A menudo, nos suceden situaciones que no responden a nuestras esperanzas, gustos o deseos. Estas situaciones nos frustran, nos enfadan, nos entristecen, nos decepcionan. Nos causan una sensación interior, acompañada de emociones y pensamientos, que indica que se han contrariado nuestras expectativas. Dependiendo de si éstas eran más o menos elevadas, de nuestra capacidad para gestionar esa decepción y de los recursos internos de los que dispongamos para seguir adelante, este estado alterado nos durará más o menos tiempo. Incluso, en algunos casos, dura toda la vida.
¿Cómo podemos afrontar estas situaciones de manera sana, sin alimentar al ego y sin causarnos malestar físico, emocional y mental? El saber popular tiene un dicho muy esclarecedor de cómo aceptar estas situaciones: “ajo y agua”, que es, ni más ni menos, que una manera eufemística de decir: “a joderse y a aguantarse”. Este dicho popular recoge, en el fondo, una gran sabiduría, a la que quiero añadir los conceptos de aceptación, coherencia y Amor, como recursos para salir airosos de aquellas situaciones que nos desengañan y nos fastidian.
“Aceptación, coherencia y Amor son recursos emocionales”
Un buen amigo ha hablado conmigo hace muy poco. Se ha llevado un desengaño amoroso y hemos charlado sobre qué hacer ante tal circunstancia. Después de un rato de reflexión conjunta y conversación los dos llegamos a la misma conclusión: ajo y agua. Pero, no contentos con la expresión, nos dedicamos a filosofar un poco sobre qué significaba en realidad. Desde el punto de vista del trabajo emocional, su significado se podría traducir como acepta y sé coherente, a lo que no está de más añadir Ama, como expresión de la consciencia para impregnar todo el proceso.
El tema de la aceptación quedó reflejado hace tiempo en el artículo¿Qué significa aceptar?, el argumento de la coherencia está explicado en el escrito El poder de la coherencia interior y la cuestión del Amor se expone en el artículo Esa energía llamada Amor, todos ellos publicados en terapiafloralnoray.com. Quizás ha llegado el momento de aunar estas reflexiones en una sola, de manera sencilla y, sobre todo, práctica.
En realidad, da igual aquello que provoque la frustración de nuestros anhelos, deseos o expectativas, ya que el resultado interno, con mayor o menor intensidad, es que sensaciones, emociones y pensamientos van a alterar lo poco o mucho que se tenga de paz interior. ¿Cómo evitar que esto suceda o minimizar sus efectos? Primera acción: aceptando. Segunda acción: siendo coherentes. Tercera acción: Amando (no amando en minúscula). Hablemos de ello.
Vaya por delante que la acción de aceptar no va unida a la de resignarse, ésta es una confusión conceptual y emocional de muchas personas, que les perjudica sobremanera. Aceptar una situación que no responde a lo que se esperaba de ella, implica permitir que ese desenlace cause en nosotros dolor, grande o pequeño, momentáneo o duradero. Pero… ¿por qué hay que aceptarlo? Porque es la única manera de trascenderlo e integrarlo, de modo que sea vivido y gastado, extrayendo los aprendizajes que la situación trae consigo. De este modo, se gasta el ego y se alimenta a la consciencia. Si no se acepta el dolor, si se reprime, se bloquea o se encierra en alguna parte de la mente y/o del corazón, entonces se está cediendo el paso al sufrimiento. Por decirlo de una manera metafórica: “Si le cierras las puertas al dolor, le abres las ventanas al sufrimiento”. El sufrimiento es uno de los alimentos del ego, de modo que, en lugar de servir para hacer aprendizajes y evolucionar, lo que hace es mantenernos bloqueados en una situación durante días, meses o años, sin permitir que esa parte de nosotros viva en serenidad, justa medida y Amor.
“De este modo, se gasta el ego y se alimenta a la consciencia”
La segunda acción es la de la coherencia. Recordemos que ésta es la unidad de criterio entre el Ser, el sentir, el pensar, el decir y el hacer. Para ello hay que tomar consciencia de ese Ser Interior, es decir, escucharle, comprenderle y acompañarle en el camino que nos indica. Esta acción implica una mirada y escucha internas y también un hablar con nuestro interior…(invito a la lectura del artículo La comunicación interior), lo que necesita de un alto grado de conciencia (atención), de determinación y de valentía, ya que aceptar el dolor y mantenerse coherentemente en él… no deja de ser muy doloroso. Por eso cuesta tanto. Muchas personas lo llevarían mejor si fueran conscientes de que lo que les destruye no es el dolor, es el sufrimiento. No podemos aspirar a mantener la coherencia con el Ser Interior como un estado permanente e inamovible, pero sí como un proceso que, a lo largo de la vida (y de las vidas), favorece un entrenamiento o un aprendizaje profundo sobre cómo vivir la vida más desde la consciencia y menos desde el ego.
Aceptar es recibir lo que sucede, dejar que el dolor nos invada, incluso que doblegue momentáneamente nuestra voluntad. Ser coherentes es permitir que esto suceda poniendo los menos obstáculos y resistencias posibles, es permitirnos caer al suelo transidos de dolor, en la certeza de que, en algún momento, no sabemos cuándo, pasará. El sufrimiento, sin embargo, nos arrodilla y difícilmente dejará que nos levantemos.
Nos queda la tercera acción, Amar. Me refiero aquí al Amor desde la consciencia, un Amor que no rechaza el dolor, sino que recibe de la vida lo que ésta le ofrece, tratando de contemplar las situaciones desde una mirada simbólica y trascendente, tratando de extraer de la experiencia el aprendizaje para nuestro Ser Interior. Sólo pensarlo puede provocar miedo, ya que el dolor duele mucho, más que el sufrimiento. ¿Seremos capaces de soportarlo?, ¿por qué me tiene que tocar a mí?, ¿es que se me está castigando por algo? Amar se aleja de estas cuestiones para dirigir la mirada hacia otras: ¿qué significa esto que me está sucediendo?, ¿qué aprendizajes puedo extraer de ello?, ¿en qué me está haciendo la vida más consciente, más sabio/a y más fuerte? Pero hacerse estas preguntas, cuando el dolor nos ha partido la vida, el corazón o el Alma por la mitad, resulta muy complicado. A veces, se necesitan años para llegar a este punto, años y un proceso de transformación interior tan potente que pudiera parecer inconcebible lograrlo. Resulta a la vez descorazonador y esperanzador, pero se puede lograr; otros y otras lo han conseguido antes. Amar es, entonces, ponerse en manos de la vida, sin dejar de hacer nuestra parte, de la que muchas veces no somos ni conscientes ni nos hacemos responsables. No hemos de olvidar que ser responsable no es “tener la culpa de”, sino “responder ante la situación”. ¿Podremos algún día Amar de esta manera? Quizás sólo sea cuestión de práctica.
José Antonio Sande Martínez
Terapeuta emocional y floral
Noray Terapia Floral