“Voy a demostrarle que el amor lo puede todo…”
Suelen ser ideas que acaban en tu cabeza pero que nacen del corazón, ideas de las cuales podemos llegar a ser conscientes pero que quizá no nos las cuestionamos a tiempo. Muchas mujeres creemos que, al tratarse del amor como algo bueno, todo está bien, no estás haciendo nada “malo”, sino aportando lo que crees que a ti te gustaría recibir. Cuando el corazón da amor sin medida y la persona se olvida de sí misma, suele ocurrir que, si no recibe en la misma medida por la otra parte, ésta cae en el vacío. Y esto ocurre en muchas personas (sobre todo mujeres con roles de cuidadoras o salvadoras) que buscando dar amor a su prójimo, ya sea a su marido, pareja, hijos, gente necesitada, amigos o padres, se olvidan de enviarse una flecha de cupido a sus propios corazones primero.
En la escuela de la vida hay muchas lecciones que aprender, incluso en cuestiones del amor.
Aunque, en mi opinión, el amor es una de las filosofías de vida para poder ayudar a los demás a mejorar y evolucionar, puede llegar a darse fuera de justas medidas, abandonándose una misma por el otro.
No es cuánto das sino cuánto amor pones en ello.
El amor ciega a las personas.
Es una frase que muchos conocemos y que, unos más y otros menos, coincidimos en su interpretación. Sentir el poder del amor puede llevarnos a elevar nuestros estados anímicos a través de un torrente de hormonas que nos mantienen en una nube. El pensamiento analítico puede llegar a pasar a segundo plano, impidiéndonos ver las cosas de manera realista debido a que tenemos esa vinculación emocional. Por ello, gente que nos acompaña y no tiene ese vínculo, son capaces de anteponerse a las consecuencias y darte una versión de lo que puede estar ocurriendo, desde un ángulo más frío y menos emocional.
¿Pero qué pasa entonces si amamos sin consciencia y fuera de justa medida?
A veces damos amor por la incomodidad que nos causa ver a la otra persona sufriendo, con la intención de querer aliviar o que comprendan, que cambien, que sean como nosotras deseamos… Sin embargo, este amor insano puede llevarnos a conflictos, quebraderos de cabeza, dolor emocional, sufrimiento, frustración, orgullo, ira, rabia y un sin fin de energías de vibración baja y tóxicas para nuestra relación con nosotras mismas, con otras personas y con la vida. Amar por nuestros propios intereses en base a lo que necesitamos o creemos que es mejor, en estos casos, llega a ser una cuestión que a veces no nos planteamos: necesitamos ver a la otra persona bien, sana, feliz, que nos amen de vuelta, estar tranquilas, controlar la situación y/o incertidumbre, querer que los demás no se equivoquen o que cambien. Nos produce dolor e incluso puede traducirse en sufrimiento.
La mayoría de estas veces la persona vive en automático, en un amor insano, de manera que piensa y actúa (reacciona) sin cuestionarse lo que está dando y/u obteniendo. Las razones por las cuales cada persona llega a pensar y actuar así son muy diversas, pues hay tantos seres humanos con sus mundos y necesidades como tipos de melodías. Como un músico que crea una melodía, ésta es creada para intentar transmitir cierto mensaje al oyente, pero a veces lo que uno intenta transmitir y con ello que los demás interpreten, no es posible. A veces los altavoces pueden estar rotos, el cable, el disco… o simplemente no hay sincronización entre la melodía y el receptor.
Así pues, lo mismo ocurre en cuestiones de amor. Damos amor de diferentes maneras, pero no siempre la otra persona lo interpreta como tal, es capaz de verlo o valorarlo. A veces, simplemente, pretendemos que lo sientan al menos, pero ni con esas conseguimos cambiar la situación. Por ello, a veces el amor no lo puede todo, sobre todo si no se parte de una premisa de comunicación efectiva, acercando ambos mundos emocionales, comprendiéndose y llegando a un consenso. Suponer que el amor todo lo puede es como pensar que el otro puede leer nuestros pensamientos y ver lo que uno llega a hacer por amor. Lo que para nosotros es obvio y debe interpretarse como tal para el otro puede pasar desapercibido.
En mi opinión todo ser humano necesita amor, pero siempre partiendo de nosotros mismos. Hay personas que viven en un estado de transición entre el victimismo y el autosabotaje, no siendo capaces de aprender las lecciones pasadas del amor, desde el amor propio, yéndose al polo opuesto de éste: el odio, el rencor, la ira, el orgullo, el miedo o, incluso, la culpa. Emociones que si no se transitan hacia el perdón, la gratitud y, finalmente el amor, se convertirán en cronificaciones y somatizaciones para nuestro cuerpo y alma. Tal vibración formará parte de nosotros, de manera que cuando queramos amar, lo haremos de forma insana: primero saldrán de nuestros corazones dos o tres dragones con fuego y, finalmente, puede que un corazón en forma de arrepentimiento. Esto sería la consecuencia del amor que conocemos como tóxico o insano.
Lo que está claro es que, antes o después, esa manera de amar dolerá el doble o triple, y puede que recuperarnos de ello nos suponga un gran esfuerzo, tiempo y dedicación porque el alma, al no recibir amor, caerá en un vacío emocional y acabará dándose cuenta, o no, del amor entregado fuera de justa medida. El cuerpo y la mente entrarán en desequilibrio a través de enfermedades como la depresión, emociones como la frustración, tristeza, decepción con la vida, crisis existenciales, confusión mental y emocional, y muchas otras consecuencias. El proceso de sanación de toda esta etapa insana, será más complicado de transitar. Por todas estas cuestiones mencionadas es bueno cuestionarse el camino del amor, antes de emplear esta energía.
Pero… ¿es esto amar?
En mi opinión, es una forma de amar más, ciertamente tóxica para nosotros mismos y para el otro, pues no nos aporta serenidad ni felicidad, sino desequilibrio emocional y mental. Debe de experimentarse para saber lo que es, aprender, integrarlo y transitarlo hacia otro tipo de amor más sano.
Las personas amamos como nos han enseñado, como creemos idóneo o correcto, buenamente podemos o sabemos, y es ahí cuando cada persona debe aprender de una misma y no de fuentes externas.
Por eso, amar en tiempos de guerra, es decir, cuando la situación es complicada y un ser querido está en sufrimiento o necesidad, la respuesta sigue siendo actuar desde el amor, pero para ello debemos aprender a amarnos a nosotros mismos primero, para después amar a los demás y a nuestra existencia.
Autora: Aire de Poniente