Hace unos días un paciente me decía: “Quiero ser más sabio”. Mi respuesta: “escucha a tu consciencia, sé coherente con lo que diga y acepta el dolor”. De este modo, en este conciso ejemplo, la Sabiduría queda circunscrita a esos tres conceptos que tantas veces se han repetido en mis artículos: conscienciacoherencia y dolor.

La consciencia se puede entender como la capacidad de relación con el yo, con los otros y con lo otro. La coherencia es la cualidad de estructura y cohesión de diferentes partes en un todo sin contradicciones. Por último, el dolor es la consecuencia displacentera de una situación vivenciada, ya sea interna o externa. Así tenemos que, en ocasiones (muchas), mantener la coherencia con la consciencia resulta doloroso porque no es grato al ser, porque resulta poco cómodo o esforzado, en fin, que le saca a uno de la zona de confort. Y, precisamente por esto, es por lo que refleja un acto de sabiduría, porque el ego prefiere el confort sufriente e ignorante al discernimiento, la determinación, la perseverancia y el esfuerzo interior.

Ser coherente duele, a veces mucho, y no serlo provoca sufrimiento, menos intenso pero más duradero y dañino. Ahora bien, hay que saber respecto a qué es posible ser coherente. Tanto ego como consciencia tienen su propia voz, y no siempre es posible diferenciarlas con facilidad. El ego, como ya sabemos, busca la supervivencia a través de los desequilibrios (excesos y carencias emocionales y mentales) y el estrés, mientras que la consciencia busca las justas medidas que le lleven a la serenidad, punto éste de partida para otros procesos internos más profundos. ¿A quién hacer caso?, ¿con qué voz hay que ser coherente? En mi opinión, si a lo que se aspira es a la serenidad o al desarrollo de la consciencia, es con ésta con la que hay que mostrarse coherente.

•¡Pero duele!
•Sí.
•¿Por qué duele?
•Porque nos enfrenta a veces a lo desconocido, a veces a lo incómodo, a los propios miedos…
•¿Y por qué eso resulta doloroso?
•Porque es desconocimiento, incertidumbre, miedo y, en última instancia, la muerte o desaparición de algo. La desaparición de aquello hacia lo que se siente apego (una pareja, una amistad, una fotografía, una casa, etc.) es aceptar que una parte de una/o misma/o también ha de desaparecer con ello.
•Pues yo no quiero pasar por eso.
•Pues hazle caso al ego, elige el sufrimiento, no seas coherente con la consciencia. Pero entonces no digas que quieres ser sabio.

¡Cuánta gente acumula buenas palabras y fórmulas, consejos multifunción y soluciones milagrosas que ofrecen a los demás para que enderecen o arreglen sus vidas! Es muy fácil decirle a alguien: “Tú lo que tienes que hacer…”, porque lo que el otro haga con su vida no le duele al que da los consejos. Pero ser sabio no es saber unas fórmulas y teorías sobre cómo deberían ser las cosas, ser sabio es aplicarse a uno mismo/a todas esas fórmulas y ver qué pasa con ello. Si se pretende alcanzar la sabiduría interior, en función del propio nivel evolutivo y del momento en el que cada uno/a vive, entonces se hace necesario escuchar a la consciencia y dejar un poco (o mucho) de lado al ego. Y después de escuchar pasar a la acción (que a veces es hacer y otras no hacer) para convertir la teoría en práctica y el conocimiento en Sabiduría. Si una/o quiere ser más sabio la fórmula es sencilla de entender y quizás más difícil de aplicar: Consciencia + coherencia + aceptar el dolor = Sabiduría.

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