Muchas de las interacciones entre las personas se rigen por el principio de la llave y la cerradura. Este principio establece que todas las personas tenemos multitud de cerraduras emocionales y mentales (programas) y, también, tenemos multitud de llaves (códigos que abren los programas).
Cada persona tiene cientos de cerraduras y llaves que forman parte del temperamento o se han configurado en la personalidad a través de la educación y las experiencias vitales. Ahora bien, cada uno de nosotros y nosotras estamos rodeados de cientos de personas que también poseen llaves y cerraduras. Las dinámicas de relaciones conscientes e inconscientes hacen que, permanentemente, estemos utilizando esas llaves en las cerraduras de las personas de nuestro entorno (pareja, familia, trabajo, amistades…) y que esas personas usen sus llaves en nuestras cerraduras. Y esto trae consecuencias.
Cuando la llave de una persona entra en la cerradura de otra se establece un contacto (energético, emocional, intelectual…) que en ocasiones puede resultar sano, pero que en otras ocasiones puede ser insano y tóxico. Por ejemplo, si una persona tiene la cerradura “vulnerable al chantaje emocional” y otra tiene la llave “chantajista emocional”, una interacción inconsciente entre ambas personas dará como resultado que la persona chantajista ejerza poder sobre la vulnerable al chantaje, sin que esta última tenga conciencia de ello o teniéndola pero no pudiendo evitar la relación ni la reacción insana. La misma persona puede llegar a decir: “yo no sé que me pasa con fulanita, pero es que no sé cómo ponerle límites”. En los casos en los que la llave entra en la cerradura, la relación que se establece puede durar poco tiempo o toda una vida, ser consciente o inconsciente, sana o dañina, esto depende de la naturaleza de la relación. En cualquier caso, ese encaje entre llave y cerradura hace de la interacción una sucesión de reacciones en las que la libertad de elegir no es tal o no es completa, ya que se establece una dinámica sutil e inconsciente en la que se activan constantemente programas emocionales y mentales que obligan a conductas, respuestas y reacciones.
Como ya señalé, cada uno de nosotros/as tenemos decenas de llaves que pueden abrir cerraduras y activar programas en muchas personas diferentes de nuestro entorno y, a la vez, decenas o algunos cientos de personas, habituales en nuestro círculo, también poseen sus llaves de las que algunas puede coincidir con nuestras cerraduras. ¿Cómo se puede gestionar esto para que resulte beneficioso en lugar de perjudicial?
En primer lugar, cada persona ha de hacerse consciente de sus cerraduras, es decir, de los programas emocionales (emociones y sentimientos) y mentales (creencias y pensamientos) que forman parte de su personalidad y que están ahí de modo que cualquiera los pueda activar. En segundo lugar hay que saber diferenciar cuándo los programas accesibles para los demás son sanos y cuándo son insanos. Como tercer punto hay que transformar los programas insanos en sanos o, al menos, blindar las cerraduras para que no sean accesibles a determinadas personas y, por último, si se es capaz de convertir los programas insanos en sanos, las cerraduras que favorecen la vulnerabilidad se diluirán o se bloquearán y se establecerán relaciones de manera que, al menos, no resulten perjudiciales. Y todo esto… ¿cómo se hace?
Lograr desarrollar e integrar los puntos señalados en el párrafo anterior es, en realidad, un proceso de desarrollo personal o de ampliación de la consciencia sobre uno/a misma. Cada persona puede realizar este proceso de modo autodidacta o con ayuda profesional que le lleve a realizar un proceso de aprendizaje y evolución para fortalecer su emocionalidad y mejorar su manera de relacionarse tanto interior como exteriormente.
Sigo con el principio de la llave y la cerradura. Precisamente hace poco una paciente se quejaba diciendo que ella debía de tener muchas cerraduras pero que no le había tocado ninguna llave. Con esto quería decir que todo el mundo la fastidiaba a ella pero que ella no le hacía nada a los demás. Entonces le hice una pequeña lista de las llaves que ella poseía y de las cerraduras que, probablemente, iba abriendo y activando en su entorno. Se quedó sorprendida y luego sonrió al comprender que ella también tenía llaves que iban activando programas emocionales de otras personas, ya que desde su posición, un poco victimista, pensaba que los demás la atacaban y la molestaban, pero que ella era buena persona y no atacaba a los demás. No se trata de atacar o no atacar, sino de que todas las personas disponen de esas llaves ya que, en realidad, son programas emocionales y mentales que encajan en los programas emocionales y mentales de otras personas (llave y cerradura) y que les hacen reaccionar consciente o inconscientemente. Estas dinámicas son tanto sanas como insanas, es algo que no se puede evitar en la vida y es muy importante darse cuenta de ellas para establecer relaciones conscientes, interacciones que se puedan gestionar de la mejor manera posible para evitar conflictos, sometimientos, miedos, culpas y un largo etcétera.
En el ámbito de la Terapia Floral y de la Teoría de las estructuras es fácil establecer muchas de estas relaciones de llave y cerradura de carácter insano. Pondré algunos ejemplos:
– Chantajista emocional —– vulnerable al chantaje emocional.
– Agresor/a ——————– victima.
– Dominante —————— sometido/a.
– Aprovechado/a ————- necesitado/a de aceptación.
– Humillador/a ————— autoestima baja.
– Manipulador/a ————- influenciable.
– Castigador/a —————- culpable.
– Vendedor/a de amor ——- comprador/a de amor.
Así se podrían establecer cientos de ejemplos en los que una persona posee una llave y otra la cerradura. Cuando ambas piezas encajan se establece una relación e, incluso, una vinculación. Unas veces será sana y otras insana y ello define gran parte de nuestras interacciones cotidianas.
Cuando la interacción es sana y beneficiosa para ambas personas no tiene por qué considerarse como algo inadecuado, pero puede darse el caso de que sea insano para una de las personas o para ambas, lo que implica muchos movimientos emocionales y desgaste energético. En realidad, se puede considerar que cada vez que se abre una cerradura con consecuencias insanas, se tiene la oportunidad de reconocer un programa emocional o mental fuera de justa medida. Si esto sucede ocasionalmente puede que no sea de importancia, pero cuando es algo cotidiano, la persona ha de plantearse que quizás sea algo a lo que tiene que prestar especial importancia, porque ahí es donde tiene una lección que aprender y una carencia a subsanar. De este modo, quienes poseen llaves que pueden abrir esos programas emocionales insanos o fuera de justa medida se convierten en los maestros y maestras que ponen de manifiesto los defectos de la persona. Es por ello que en lugar de (o además de) la queja, el enfado, la tristeza o cualquier otra emoción que se despierte como reacción hay que aprovechar para tomar conciencia de aquellos programas que se activan y que pueden ser mejorados o cambiados. A fin de cuentas… todos somos almas en proceso.