El ciprés en el patio

Hace años leí o escuché esta historia. He tratado de encontrar su autoría u origen pero no lo he conseguido. La versión que os ofrezco está imaginada y elaborada por mí, pero contiene la enseñanza que recuerdo de aquella historia.

En un monasterio, perdido en un valle de las montañas, convivían maestros y alumnos con el objetivo de alcanzar la Sabiduría, la Libertad, la Unidad y el Amor. Uno de esos maestros era conocido por sus enseñanzas, pero también por su firmeza, aunque no por ello dejaba de tener discípulos a los que mostrar el camino. Un día llevó a sus alumnos a un rincón del patio, en el lado opuesto al lugar que ocupaba un majestuoso ciprés desde la fundación del monasterio trescientos años atrás. Todos juntos se sentaron mirando hacia el ciprés y el maestro les dijo lo siguiente: “no os levantaréis hasta que alguien me diga qué hace el ciprés en el patio”.

Los alumnos, sentados en posición de meditación, se concentraron en el ciprés. Observaron sus raíces, su tronco, sus ramas y sus hojas, percibieron su aroma, cómo se mecía suavemente con la brisa y escucharon a los pájaros e insectos que entre sus ramas habitaban. Concentraron su atención en cada detalle que pudiese darles una pista para contestar a la pregunta del maestro. De este modo, transcurrido un tiempo, comenzaron a dar respuestas:

  • Maestro, el ciprés da belleza y armonía al monasterio.
  • Maestro, el ciprés en el patio aporta sombra y frescor.
  • Maestro, el ciprés crea un ecosistema para los pájaros y los insectos.
  • Maestro, el ciprés en el patio nos señala como una flecha el camino hacia el cielo.

 

De este modo, uno a uno, los alumnos iban dando sus respuestas y, una a una, el maestro iba descartándolas con un lacónico “no”.

Trascurrió el tiempo, pasó la hora de comer y ni el maestro ni los alumnos se movieron de su lugar. Se alternaron el tiempo de contemplación con el de ofrecer respuestas, pero ninguna parecía satisfacer al maestro. Comenzó el atardecer y pasó. Llegó la noche y la hora de la cena, señalada con el sonido de un melodioso gong, pero ninguno de aquellos alumnos ni el maestro acudió al comedor. Durante la noche todos permanecieron sentados, algunos dormitaron, otros se concentraron más todavía en la contemplación del ciprés, ahora a la luz de la luna, pero ninguno de ellos dio con la respuesta que el maestro quería.

Al amanecer, cuando el cansancio ya había hecho mella en los ánimos y en los cuerpos de los alumnos, el maestro les preguntó de nuevo: ¿habéis alcanzado la respuesta a la pregunta de qué hace el ciprés en el patio?

Todos ellos habían dado decenas de respuestas, ya no les quedaba nada que imaginar y decir. Negaron con la cabeza. Entonces el maestro se colocó frente a ellos y les dijo: “el ciprés en el patio Es”. Y todos sus alumnos, en ese momento, comprendieron que habían estado buscando la respuesta en el lugar equivocado, pues no era la mente que busca la explicación lógica la que debía encontrarla sino la consciencia que acepta sin necesidad de lógica alguna.

El ciprés en el patio Es.

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