Esta inseguridad en la propia sabiduría e intuición, tanto en la natural como en la adquirida, es un trabajo que, en mi experiencia en consulta, se trabaja en más o menos la mitad de los pacientes. No puedo dar una cifra exacta, pero esa es mi impresión. Hay personas en las que es muy clara la necesidad de tomar Cerato desde el principio del proceso terapéutico, ya que su falta de confianza intelectual es manifiesta y puede que sea la razón de su presencia en consulta. Otras, en cambio, puede que la precisen como un complemento a otros trabajos o un aspecto presente pero no urgente.
La esencia Cerato produce un efecto paulatino de seguridad intelectual y de confianza en los propios criterios, a partir de la cual la persona va reconociendo su sabiduría interior y buscando menos en los demás esa certeza. Se da cuenta de que pregunta menos su opinión a los demás sobre cuestiones que le atañen a ella, y esa sensación de no saber si está en el camino adecuado va desapareciendo.
En algunas personas esta virtud fuera de justa medida es tan marcada, que la toma de la esencia puede iniciarse en la primera sesión y no dejar de tomarla hasta la última. En otras, en las que la estructura emocional Cerato no está tan profundamente desequilibrada, la toma de la esencia puede realizarse solamente en unas pocas sesiones. Sea como sea, el efecto es palpable y la persona siente claramente que gana en autoconfianza y seguridad intelectual.
Si bien el trabajo con Cerato puede ser tanto en casos de un estado, como de una tipología, en este último caso las personas suelen estar convencidas de que son “poco listas”, “tontas”, “poco inteligentes”, etcétera, lo que dificulta en parte el trabajo, ya que ni siquiera confían en ser capaces de hacer el trabajo terapéutico. El remedio floral Cerato ha de vencer esa resistencia y comenzar a armonizar a la persona en la confianza en su sabiduría interior. Son muchos los casos en los que el o la paciente afirma: “me siento tonto, siempre me he sentido así” o “estoy convencida de que soy tonta”. Cuando alguien en consulta se califica de esa manera, probablemente ya lo habrá hecho centenas de veces a lo largo de su vida y puede que miles a nivel inconsciente. Revertir el patrón vibracional y crear el hábito de pensar en uno mismo como un ser inteligente puede llevar un tiempo y, en mi opinión, hay que apoyar el trabajo de la esencia con tareas terapéuticas que transformen el programa emocional y mental. Un buen proceso terapéutico ha de acompañar a la persona en su evolución, toma de conciencia y ampliación de la consciencia, reforzando los aprendizajes y las comprensiones y dando la importancia justa a lo no conseguido. Es fundamental plantear el trabajo como un proceso en el que lo que cuenta es el medio y largo plazo, es decir, la consecución de los objetivos terapéuticos al final del camino, y no pretender que desde la primera semana la persona se sienta plenamente equilibrada. No dudo de que haya quien lo pueda conseguir, sin embargo, conociendo la Terapia Floral desde hace ya veinte años, nunca he observado un efecto tan inmediato sobre toda la emocionalidad limitada de una persona.