La mente divagante es un fenómeno normal en el ser humano, que muchas personas experimentan mientras realizan tareas, sean importantes, cotidianas o incluso durante momentos de descanso. Este fenómeno puede surgir en situaciones donde no estamos completamente enfocados en la tarea que estamos realizando, llevándonos a pensamientos y emociones no relacionadas con el entorno inmediato. La mente divagante es objeto de estudio en diversas disciplinas como la Medicina, la Neurociencia y la Psicología, lo que ha permitido comprender mejor este fenómeno y entender cómo gestionarlo de manera adecuada.
¿Qué es la mente divagante?
El concepto de mente divagante se refiere al proceso por el cual los pensamientos se alejan de la tarea que se está realizando y se centran en temas ajenos a la situación presente en la que se quiere poner la atención, a veces de manera dispersa, saltando de unas cuestiones a otras. Este fenómeno puede ocurrir tanto en momentos de concentración como en momentos de descanso, y no necesariamente tiene un carácter negativo. De hecho, algunos estudios sugieren que la mente divagante puede estar vinculada a procesos creativos y a la generación de ideas innovadoras. Sin embargo, cuando la mente divaga en exceso, puede llegar a generar distracción, ansiedad, estrés y dificultades para mantener la atención o sostener una tarea que requiera concentración, lo que influye negativamente en el rendimiento, en la realización de tareas, en las interacciones personales y en el bienestar emocional.
La mente divagante o vagabundeo mental desde la perspectiva de la Neurociencia
Desde el punto de vista de la Neurociencia, la mente divagante se vincula con la actividad de la red neuronal por defecto (RND), también conocida como el “modo predeterminado” del cerebro. Esta red es un conjunto de regiones cerebrales que se activa cuando no estamos enfocados en una tarea específica o cuando estamos en reposo. Entre las áreas involucradas en la red neuronal por defecto (RND) se encuentran el córtex prefrontal medial, el precuneus, el córtex posterior cingulado y el giro temporal medial, que son fundamentales para procesar recuerdos autobiográficos, pensamientos sobre el futuro, anticipación de sucesos y reflexiones sobre uno mismo.
Cuando estamos involucrados en tareas que requieren atención concentrada, la actividad de la red neuronal por defecto disminuye, y se activan otras áreas cerebrales relacionadas con la toma de decisiones, la planificación y la resolución de problemas. Sin embargo, cuando nuestra mente divaga, la red neuronal por defecto (RND) se activa, lo que sugiere que el cerebro podría estar alternando entre la exploración de pensamientos internos y la necesidad de estar concentrado en tareas externas. Sin embargo, se estima que el consumo de energía del cerebro en “modo predeterminado” solamente disminuye en torno al cinco por ciento respecto a los momentos en los que se concentra en una tarea concreta, es decir, que la energía que el cerebro utiliza para los procesos de mente divagante es casi la misma que cuando está concentrado en una tarea importante. Esto parece indicar que el vagabundeo mental no es una tarea menor del cerebro, sino un estado necesario, aunque todavía no se conozca en profundidad la función que desempeña. Esta fluctuación en la actividad cerebral puede ser vista como un mecanismo adaptativo, donde la mente se distrae para organizar y procesar información relevante o resolver cuestiones que podrían estar fuera de la conciencia en un momento determinado. El problema surge cuando la mente se aleja en exceso de las tareas importantes o cuando se centra en pensamientos negativos, como preocupaciones, pensamientos anticipatorios, rumiaciones, miedos, etc. En este caso, cuando el vagabundeo mental presenta una naturaleza estresante, los estados mentales, emocionales y físicos que se derivan de ello pueden llegar a ser un verdadero problema para la persona, que siente en su cuerpo y emocionalidad el impacto hormonal, neuroquímico y estresante de tales pensamientos.
La mente divagante desde la Psicología
Desde la Psicología, el estudio de la mente divagante se ha centrado en comprender sus causas y efectos en el bienestar de la persona. Algunos estudios sugieren que la mente divagante está vinculada a estados de insatisfacción, ya que las personas tienden a experimentar mayor bienestar cuando están involucradas en actividades que requieren una atención plena. De acuerdo con un estudio realizado por Killingsworth y Gilbert (2010), las personas tienden a ser menos felices cuando su mente divaga, independientemente de la actividad que estén realizando. Este hallazgo sugiere que, aunque la mente divagante puede ser útil en ciertos contextos, como la creatividad, su efecto en el bienestar emocional puede ser negativo si se enfoca de manera excesiva en pensamientos no deseados.
Por otro lado, la Psicología también ha concluido que la mente divagante está asociada con la ansiedad y la depresión, en especial cuando los pensamientos que emergen son negativos o catastrofistas. En situaciones de estrés, las personas tienden a experimentar pensamientos recurrentes sobre posibles escenarios negativos (pensamientos catastróficos, anticipatorios, pesimistas, predictivos), lo que refuerza los estados de ansiedad y angustia. La mente divagante puede, por lo tanto, agravar estos estados emocionales, ya que es difícil escapar de las preocupaciones o de pensamientos sobre eventos pasados que no se pueden cambiar o futuros que no se pueden controlar.
¿Por qué ocurre la mente divagante?
Existen diversas razones por las cuales la mente divaga. Una de las causas comunes es el aburrimiento o la falta de estimulación. Cuando las tareas son monótonas o no ofrecen desafío, el cerebro tiende a buscar distracciones internas que proporcionen una sensación de novedad. Además, el cansancio mental o la falta de descanso también pueden propiciar que la mente se desvíe hacia pensamientos aleatorios. En otros casos, la mente divagante puede ser una forma de evitar emociones incómodas o situaciones que no se pueden o no se quieren aceptar. En situaciones de estrés prolongado la mente puede divagar de manera recurrente hacia preocupaciones que alimentan la ansiedad, y en estos casos, el fenómeno puede intensificar el malestar emocional. Sin embargo, hay también momentos en los que la mente divagante puede ser útil para procesar experiencias y emociones, como cuando se reflexiona sobre la vida o se buscan soluciones a problemas complejos, dejando que la mente explore por su cuenta.
Otras teorías contemplan la idea de que la mente divagante en torno a cuestiones negativas, peligros, desgracias o catástrofes tiene que ver con una función de alerta y supervivencia, que sería la función primigenia de la mente: mantener alerta a la persona constantemente para que reaccione antes en situaciones de peligro. Sin embargo, este mecanismo, de ser cierto, hoy en día habría perdido su utilidad en algunas de las sociedades actuales (sobre todo las social y tecnológicamente avanzadas), ya que los peligros actuales para la supervivencia del individuo no son los mismos que hace cientos o miles de años, cuando la vida de una persona corría peligro prácticamente cada día.
Al margen de estos estados de falta de estimulación, aburrimiento o supervivencia, hay personas con mayor tendencia a que su mente entre en estado divagante. Son personas con dificultades para la concentración, para mantener a atención en lo que están haciendo, lo que les mediatiza a la hora de realizar tareas con un componente mental como estudiar, leer, ver películas, prestar atención en formaciones o trabajos intelectuales, relajación, meditaciones, etc. Esta limitación hace que tengan que invertir más energía o que, incluso, abandonen el esfuerzo por agotamiento o frustración.
Cómo gestionar la mente divagante
Dado que la mente divagante puede tener tanto efectos positivos como negativos, es importante aprender a gestionarla de manera adecuada. Existen varias estrategias que pueden ayudar a reducir las distracciones mentales y mejorar la atención y el bienestar general, aunque depende de cada persona que funcione en mayor o menor medida.
Una de las formas más efectivas de gestionar la mente divagante es a través de la práctica de mindfulness, una técnica que implica prestar atención plena al momento presente sin juicio ni crítica. El mindfulness ayuda a las personas a observar sus pensamientos y emociones sin involucrarse en ellos, permitiendo que las distracciones mentales sean reconocidas y dejadas ir sin aferrarse a ellas. La práctica regular de mindfulness puede reducir la frecuencia de la mente divagante y mejorar el bienestar emocional.
La mente divagante es más probable que ocurra cuando no hay metas claras o cuando el entorno es favorecedor de distracciones. Establecer objetivos específicos y mantener un entorno ordenado y libre de distracciones puede reducir las posibilidades de que la mente se desvíe. Es útil dividir las tareas en pasos pequeños y manejables para mantener el enfoque y evitar que los pensamientos divaguen. Al mismo tiempo, eliminar distracciones como el teléfono móvil, televisión, redes sociales, etc. favorecerá la concentración, aunque al principio parezca que no se puede. De igual modo, es importante centrarse en una tarea de cada vez. La sensación de mayor rendimiento cuando se tienen muchas cosas en la cabeza o se hacen muchas cosas a la vez no es real, ya que se pierde tiempo mental y eficacia en pasar de unas tareas o bloques de pensamiento a otros, aunque la persona no sea consciente de ello.
También es importante practicar la autorreflexión y la autorregulación emocional, ya que permiten comprender los pensamientos y emociones que surgen durante la mente divagante. Tomarse un tiempo para reflexionar sobre los patrones de pensamiento y cómo estos afectan el estado emocional puede ser útil para reconocer cuándo la mente divaga hacia pensamientos negativos o no productivos. La autorregulación emocional, por su parte, consiste en aprender a manejar las emociones de manera saludable, evitando que las preocupaciones, los miedos y otras emociones desarmonizantes se apoderen de la mente constantemente.
El agotamiento mental también puede ser un factor que contribuye a la mente divagante. Tomar descansos regulares para relajarse y recargar energía puede ayudar a mejorar la concentración y reducir la tendencia a la distracción. Actividades como caminar, hacer estiramientos o practicar la respiración profunda pueden ser efectivas para despejar la mente. Incluso introducir pausas que permitan cambiar de actividad durante unos minutos para despejar la mente puede ayudar a la concentración en las tareas que se están realizando. Una cuestión importante es el tema de la atención, ya que, si bien la mente puede ir muy por libre, la atención es un mecanismo que, con el entrenamiento adecuado, responda a nuestra voluntad, enfocándose en unos pensamientos y no en otros. Este es un tema que se tratará en un artículo posterior.
Si bien la mente divagante puede ser vista como una distracción, también puede ser una fuente de creatividad. Para quienes buscan aprovechar este aspecto positivo, es útil reservar momentos específicos para dejar que la mente divague, como en actividades creativas, durante el tiempo libre o en descansos de otras actividades que necesiten soluciones creativas y abordajes diferentes. De esta manera, se pueden explorar nuevas ideas sin que interfiera en tareas que requieren concentración. Permitir que la mente divague y atreverse a entrar en ese mundo puede ser una buena manera de acceder a procesos mentales que no suelen ser aceptados ni tenidos en cuenta cotidianamente.
Conclusión
La mente divagante es un fenómeno complejo que involucra tanto procesos cerebrales automáticos como factores emocionales y cognitivos. Si bien puede tener efectos negativos en el bienestar y el rendimiento, también es una oportunidad para la creatividad, la reflexión, la exploración, etc. Aprender a gestionar la mente divagante a través de prácticas como el mindfulness, la autorreflexión y la autorregulación emocional puede mejorar el bienestar general y aumentar la productividad y la creatividad. En última instancia, se trata de encontrar un equilibrio que permita aprovechar los beneficios de la mente divagante sin que interfiera negativamente en nuestras vidas cotidianas.