Como ya se ha visto en anteriores textos, la metaposición es una técnica y, al mismo tiempo, una actitud, una herramienta y un hábito. Es como una navaja que se lleva siempre encima, quizás nunca sea necesaria, pero si lo fuese ahí está para ayudar en una situación inesperada. Sólo el hecho de llevarla en el bolsillo y poder tocarla de vez en cuando ya da seguridad. Eso mismo sucede con la metaposición, da seguridad saber que uno puede mirar dentro, en el propio cerebro, y saber si se está en ego o en consciencia y saber, también, que uno puede elegir el camino que quiere seguir. La metaposición da libertad.
Pero si esa navaja, en vez de ir en el bolsillo, fuese en una pequeña funda y llevase, además, dos o tres herramientas más como un pequeño destornillador, unas pequeñas alicates y una pequeña sierra…, entonces ya tendríamos el pack completo de supervivencia. En el caso de la metaposición, ese pack lo componen la constancia, el aquí y ahora, la aceptación y el Amor. Así que aquí tenemos a la metaposición y sus cuatro ayudantes. Todo el pack junto nos permite un estado de consciencia mayor, igual que esa funda de navaja, destornillador, alicates y sierra nos permite un estado de resolutividad mayor ante circunstancias inesperadas.
Vamos a desarrollar un poco cada uno de esos elementos y comprender para que nos pueden servir en el día a día.
Empezando por la metaposición y resumiendo mucho su función es la capacidad de situar la atención en el interior de la mente, la emocionalidad y el cuerpo y tomar conciencia de las intenciones e instrucciones (casi siempre inconscientes) que movilizan las respuestas físicas, emociones y mentales ante cualquier situación vivida. La metaposición permite la toma de conciencia de los “para qués” y los “desde dóndes” de las respuestas ante estímulos, dos cuestiones de gran importancia si se quiere trabajar con el ego y con la consciencia.
Y, acompañando a la metaposición, hay cuatro ayudantes que la hacen más eficaz en el corto y en el largo plazo, en el ahora y en el futuro, pues ayudan a resolver con acierto situaciones concretas y también favorecen evolución de la persona hacia unos niveles de consciencia más elevados.
El primero de estos ayudantes del que vamos a hablar es la constancia. Y, ¿por qué la constancia? quizás os preguntéis. Pues porque el cerebro, para aprender cualquier función, necesita ritmo[1], y este no puede existir sin una consecución de estímulos sostenidos en el tiempo, sean internos o externos. Esa consecución se consigue con constancia, es decir, con la repetición de las acciones en la búsqueda del propósito establecido.
La constancia es una cualidad que puede ser innata en algunas personas, pero otras han de desarrollarla e integrarla. La fórmula no es conceptualmente difícil: repetición rítmica de una acción o actitud en dosis inicialmente pequeñas y que se puedan incrementar paulatinamente hasta alcanzar el objetivo deseado. La constancia en la metaposición no busca el resultado inmediato, sino la creación y consolidación del hábito físico, emocional, mental o relacional.
El segundo de los ayudantes es la aceptación. De ella ya se ha hablado en otros textos[2][3] presentes en la web y en el cuaderno de trabajo. La aceptación es la acción de coger la realidad de lo que sucede, mirarla de frente y actuar en consecuencia, lo que en lenguaje coloquial se viene a decir como “coger el toro por los cuernos”. Cuanto antes se acepta antes se aborda, se resuelve o se vive. Aceptar facilita el trabajo de la metaposición en cuanto que no dilata en el tiempo la toma de conciencia ni la respuesta necesaria. Por ello aceptar es tan importante y ayuda tanto a la metaposición.
El tercer ayudante es el aquí y ahora, es decir, la capacidad de poner toda la atención en el espacio y en el tiempo en los que se está. El aquí y ahora, de alguna manera, elimina la dimensión espacio temporal y la sitúa (filosóficamente) en un solo punto sin dimensión, que es el yo de la persona, cuya única dimensión es precisamente eso, aquí, ahora. En esta, digamos, dimensión cero, la metaposición, la atención hacia el interior, se puede hacer casi absoluta, es un estado de consciencia pleno. Esto facilita mucho el reconocimiento de los procesos emocionales, mentales y sensoriales que la persona esté viviendo.
Por último, el cuarto ayudante es el Amor. El Amor entendido no como panfilia, bonhomía o buenismo, sino entendido como un estado de justa medida entre el ego y la consciencia, entre lo emocional y lo mental, entre la vida interior y la vida exterior, entre el yo y los otros. Se trata de un proceso y un estado al mismo tiempo, tienen niveles, cualidades que se pueden desarrollar, aprendizajes que adquirir y que van enriqueciendo a la persona a lo largo de toda su vida.
Estos cuatro ayudantes, movilizados al tiempo que la metaposición, crean una sinergia muy enriquecedora y son un gran impulso en el proceso de desarrollo de la consciencia de cualquier persona que haya alcanzado la etapa de la metaposición.
Y, envolviéndolo todo, quizás una de las cualidades más necesarias y que más parecen escasear hoy en día: paciencia, el arte de respetar los ritmos y los tiempos de las cosas y de esperar con voluntad sostenida hasta alcanzar los resultados deseados.
Aplicar estas estrategias con intensidad, frecuencia y duración garantiza desarrollar una metaposición bien consolidada. ¿El beneficio? Desarrollar la consciencia y darle el lugar adecuado al ego.
Noray Terapia y Formación emocional
José Antonio Sande Martínez
[1] “El ritmo es fundamental para organizar las percepciones y la información y para desarrollar automatismos de todo tipo […], para poder funcionar sin esfuerzo […]. Es la clave de la eficacia, de la unidad funcional, del equilibrio y la armonía de la persona, de la memoria y de la cognición.” Neuropsicopedagía infantil. Bases neurológicas del aprendizaje cognitivo y emocional. Jorge Ferré Veciana y Mar Ferré Rodríguez. Ediciones Lebón, S.L. Barcelona. 2013.
[2] https://norayterapia.com/que-significa-aceptar/
[3] https://norayterapia.com/entender-o-aceptar/