En el transcurso de la vida, cada persona ha de afrontar experiencias y aprendizajes que le ayudan a avanzar en la disolución del ego, el desarrollo de la consciencia y el avance hacia el camino de lo Trascendente. Estas experiencias se concretan en diferentes tipos de lecciones, que voy a clasificar como: lecciones menores, lecciones maestras y grandes lecciones.
Las lecciones menores son aquellas que la persona ha de ir aprendiendo para gestionar mejor los aspectos cotidianos de la vida. Son aspectos pequeños y habituales de la vida en los que es necesario fijarse, integrando el aprendizaje y haciéndolo formar parte de los contenidos inconscientes y automatizados que permiten fluir en el día a día sorteando la mayoría de las dificultades con facilidad. Este tipo de lecciones son muchas y muy variadas y su importancia es menor, aunque forman parte de los aprendizajes que es necesario hacer para favorecer el desarrollo interior.
Las lecciones maestras son aquellas que cada persona debe aprehender en su vida. Están vinculadas a los aprendizajes específicos que cada ser humano ha de realizar. No son muchas pero sí de gran importancia en el devenir de la persona, pues influyen en los encuentros, las relaciones y muchas experiencias vitales cuyo sentido es dar la oportunidad de realizar dichos aprendizajes. Estas lecciones se repiten a lo largo de la vida hasta que son aprehendidas, aunque la experiencia y el estudio me han llevado a comprender que dichas lecciones se van repitiendo en diferentes etapas de la vida con mayor grado de profundidad. Hay que saber identificarlas y seguir trabajando para “aprobar” la asignatura en los sucesivos cursos de la vida. Estas lecciones son específicas para cada persona, tienen que ver con los aprendizajes del Ser Interior y, a menudo, forman parte del trabajo en consulta, pues las personas se suelen enfermar por las lecciones que no se aprenden y por las decisiones que no se toman.
Cada persona ha de pararse y revisar su vida, las características de su familia de origen, aquellas carencias y excesos que en su infancia integró y normalizó y que ahora, con el transcurrir de los años, se han convertido en defectos y estrés (alimentos del ego), ahí pueden descubrirse algunas (o muchas) de las lecciones maestras que hay que hacer conscientes y aprehender.
Y por último están las grandes lecciones que toda persona en particular y la Humanidad de manera global han de alcanzar: la Sabiduría, la Libertad, la Unidad y el Amor, que aparecen escritas en mayúscula en contraposición a la ignorancia, la esclavitud, la dualidad y el amor, alimentos egóicos que nada tienen que ver con el desarrollo de la consciencia salvo por el hecho de que hay que gastarlos para poder seguir avanzando en el desarrollo del Ser Interior.
Hablemos de la Sabiduría. Muchas son las sentencias que, a lo largo de los siglos, han definido el concepto de sabiduría. Me quedo con esta del maestro Krishnamurti que, para mí, resume la esencia de esta lección: “Sólo cuando cesa el pensamiento hay sabiduría; y el pensamiento sólo puede cesar cuando se pone fin al proceso de acumulación, que es el reconocimiento del yo y de lo mío. Mientras que la mente funcione dentro del campo del yo y de lo mío, que es mera reacción, no puede haber sabiduría. La sabiduría es un estado de espontaneidad que carece de centro, que no tiene entidad acumuladora”.
Mientras que el conocimiento es un constructo egóico de un estadio prepersonal o personal inicial, la Sabiduría es un constructo de la consciencia en un estado prepersonal avanzado o transpersonal. El hecho de que una persona pueda citar nombres o fechas, que pueda contar historias o hechos sucedidos en otros tiempos, incluso que pueda exponer y debatir en torno a los últimos avances tecnológicos o científicos, no significa otra cosa que es una gran acumuladora de información e, incluso, una erudita del conocimiento. Sin embargo, la Sabiduría no necesita esa acumulación ni, por supuesto, presumir de ella, eso es cosa del ego. La Sabiduría implica la compresión profunda de las cosas, una compresión que se convierte en simple, pues cuanto mayor es la sabiduría mayor es también la simpleza con la que se percibe la existencia y lo que en ella habita. La Sabiduría no sólo entiende, sino que comprende, acepta, ama y Es en sí misma. No necesita adornos ni lenguajes ininteligibles o impronunciables, lo que sucede es que el ego sí necesita de la complejidad como alimento.
La consciencia sabia percibe la esencia de cada cuestión en su naturaleza más profunda y simple, en la que las formas desaparecen para dejar paso a la Verdad que cada cuestión lleva oculta en su seno. De este modo se reconocen los aspectos esenciales, simbólicos y trascendentes de la existencia y se sabe cómo vivir en acción o no acción consciente en lugar de en reacción egóica. Este es un camino hacia la Verdad y, en consecuencia, de la Libertad, ya que no se conoce la Verdad porque se es Libre, se es Libre porque se conoce la Verdad.
¿Y qué hay de esa Libertad? A mi modo de ver esta Libertad es el libre albedrío, un estado en el que la mayoría de las personas no saben que no viven, algunas creen que lo viven y muy pocas lo viven en realidad. Esta Libertad es la consecuencia del desarrollo de la Sabiduría y de alcanzar la Verdad entendida como camino de autorrealización personal, transpersonal y espiritual. El paso por los sucesivos niveles y estadios de consciencia favorece la disolución del ego que esclaviza y la aparición de la consciencia que permite contemplar la existencia con mayor amplitud y profundidad. Este camino va concediendo mayores cuotas de libertad consciente (libre albedrío) y la persona, cada vez, es menos esclava de la ilusión egóica. Se trata, al mismo tiempo, de un suceso y un proceso que acompaña a la persona si ésta hace su parte del trabajo, desarrollar la consciencia. Esta Libertad está hecha de todas las cualidades del ser humano en su justa medida, sin excesos ni carencias. Cada vez que se alcanza una justa medida, se gana un poco de esa Libertad que es una de las grandes lecciones para la humanidad y para cada persona.
A medida que el ego va perdiendo territorio y la consciencia lo va ganando se van alcanzando mayores cotas de Libertad. Dejar de alimentar al ego es fundamental para el desarrollo de la Libertad, pero no es sencillo, pues requiere de un trabajo interior arduo y perseverante. Para profundizar en ese trabajo recomiendo la lectura de los artículos ¿De qué se alimenta el ego?, ¿Por qué el estrés alimenta el ego? y Notas para el desarrollo de la consciencia.
La Libertad, como anteriormente la Sabiduría, son un proceso de aprendizaje al que la persona y el Ser Interior acceden a través del desarrollo de la consciencia. Este desarrollo implica no sólo existir sino también vivir la vida, gastarla, equivocarse y aprender de ello, mirar hacia dentro, responsabilizarse de uno mismo, dominar el ego, despertar a la consciencia y caminar hacia el Amor.
Una clave para empezar a desarrollar estos procesos es este aforismo mío con el que hace ya años que inicio mis libros publicados y los apuntes para mi alumnado, espero que os guste:
“Piensa sobre lo que piensas,
piensa sobre lo que sientes,
siente sobre lo que piensas,
siente sobre lo que sientes.”
En la segunda parte del artículo hablaré de la Unidad y del Amor.