Tras tantos años de consultas conociendo y comprendiendo el mundo emocional de las personas, sobre todo el femenino (el 90% de mis pacientes son mujeres), creo poder decir, sin temor a equivocarme, que un patrón relativamente frecuente en la emocionalidad femenina es la creencia (o quizás el deseo) de que los hombres leen el pensamiento.

Esta creencia es una impronta grabada en la psique femenina y suele ser fuente de conflictos entre hombres y mujeres. Dicha impronta suele estar oculta en el inconsciente, intuyo que en el inconsciente colectivo, bajo creencias del tipo: “si de verdad me quiere sabrá lo que pienso”, “si me ama no tengo que decirle lo que necesito”, “si me quiere sabrá cuáles son mis deseos sin que se los diga”, “si me ama no tengo que decirle nada, él lo puede adivinar” y otras expresiones por el estilo, depositarias en el hombre del poder de leer la mente. Y esto se da por hecho hasta tal punto que, incluso cuando una mujer dice de palabra que no quiere algo pero en su fuero interno está deseándolo, ella espera que él no haga caso de sus palabras y sea capaz de leerle el pensamiento, con el que piensa justo lo contrario de lo que dice.

“Si me quiere sabrá cuáles son mis deseos sin que se los diga”

Para profundizar en esta cuestión hay que referirse a estudios realizados en los últimos años en los que se distingue dos tipos de empatía: la empatía afectiva y la empatía cognitiva.

La empatía afectiva se puede definir como: “la capacidad de sentir y conectar con las emociones, sensaciones y sentimientos de los demás”. Mientras que la empatía cognitiva se define como: “la capacidad de identificar y comprender las emociones de otras personas”.[1]

“En un nuevo estudio publicado en la revista Translational Psychiatry, un equipo internacional de científicos ha logrado plasmar las conclusiones del mayor estudio genético de la empatía utilizando información genética de más de 46.000 personas.

Los resultados fueron claros: la empatía se debe, en parte, a la genética. En concreto, una décima parte de esta variación se debe a factores genéticos. Esto confirma las conclusiones de investigaciones previas, que examinaron la empatía en gemelos idénticos versus gemelos no idénticos.

En segundo lugar, el nuevo estudio confirmó que, pese a que las mujeres son más empáticas que los hombres, esta diferencia no se debe a nuestro ADN: no se hallaron diferencias en los genes que contribuyen a la empatía entre hombres y mujeres.

Esto implica que la diferencia sexual en la empatía es el resultado de otros factores biológicos no genéticos, como las influencias de la hormona prenatal, o factores no biológicos como la socialización, que también difieren entre los sexos. […] No obstante, solo una décima parte de las diferencias individuales de empatía en la población se deben a la genética. Por ello, es igualmente importante entender los factores no genéticos, que explican el otro 90%.”[2]

Aunque, a priori, todo ser humano está dotado para ambas empatías, como se puede ver en el estudio comentado, hay factores que hacen que estas “virtudes” no estén tan extendidas entre los hombres, como la mitad femenina de la población tiene tendencia a creer.

Ciertamente, parece demostrado que las mujeres son más empáticas afectiva y cognitivamente y, como la tendencia es pensar que lo que uno o una piensa es la realidad de los demás (o ha de serla), muchas mujeres creen que los hombres han de ser tan intuitivos como ellas y esto no es así. Pero hay más razones además de esta creencia. Vayamos un poco más allá.

El amor romántico no es el único modelo de amor con el que conviven las personas, pero sí uno de los más extendidos, gracias a películas, series, literatura y tradición, centradas en una manera de entender el amor que, si bien tiene mucho de cierto, también tiene mucho de idealización. En muchos casos, las mujeres suelen tener un ideal de amor romántico que no se corresponde con el de los hombres, con una tendencia menos sensible en general. ¿Las películas, las series, la literatura muestran este ideal porque está en la sociedad? o, por el contrario, ¿este modelo impregna a la sociedad porque se repite una y otra vez en películas y literatura? Revisando películas de la década de los cuarenta y cincuenta, puede resultar esclarecedora la simplista e ideal imagen que del amor ofrecían a una sociedad media que, después de duras y largas horas de trabajo semanal, sólo buscaba alguna manera de olvidarse de la realidad cotidiana. Aquí entra la palabra clave: idealización.

A todo ello hay que unir toda una cultura disneyniana del amor, llena de princesas sacrificadas, sufridoras y sensibles y príncipes capaces de detener con sus brazos la caída de un cuerpo principesco desde varios pisos de altura. Lo mismo cabe decir de las telenovelas suramericanas, las novelas baratas románticas (cuyo equivalente en el ámbito masculino eran las de vaqueros), que se podían cambiar en los mercados y quioscos a un módico precio y todo un mundo bibliográfico donde hombres y mujeres podían ser muy desgraciados o elevarse a las alturas del paraíso del amor. En ellas, la mujer sigue al hombre, le adora, le cuida, le admira y él la salva, protege, levanta del suelo y satisface sus deseos antes de que ella, ni siquiera, pueda ser consciente de ellos, porque… “eso sí que es una muestra de amor”.

“Eso sí que es una muestra de amor”

Sumemos el primer argumento genético y hormonal con este segundo argumento de imaginería romántica y un tercero, la creencia de que lo que uno o una piensa o siente lo han de pensar o sentir los demás… ¿hasta dónde nos lleva esta suma argumental? A la creencia de que “si me quiere de verdad, sabrá leer mis deseos y necesidades sin que yo se las diga o, incluso, si le digo lo contrario”. Amiga lectora, si te sorprende esta reflexión, quizás seas parte del porcentaje de mujeres que no han sido influidas por semejante creencia, pero si hicieses un rápido sondeo a tu alrededor, quizás te sorprenda la respuesta de otras muchas mujeres que, unas conscientemente y otras inconscientemente, han pensado o sentido esta creencia como algo no sólo deseable, cómodo y necesario, sino como algo real, aunque se haya visto inexplicablemente frustrado año tras año y relación tras relación.

Espero que esta acción de desmitificar un poco a los hombres nos beneficie a todos y todas y que, de una vez para siempre aceptéis que los hombres no leen el pensamiento.

Para contentar a una de las correctoras de los textos de Noray Terapia Floral aclarar que, el análisis aquí desarrollado, deja de lado otras causas del ideal de amor con el que se vive actualmente de manera predominante, causas tan influyentes como el concepto tradicional y nuclear de familia, la predominancia del capitalismo, el enfoque patriarcal, posesivo y de propiedad privada y otros factores.

José Antonio Sande Martínez

Terapeuta emocional y floral

Socio COFENAT 3368

Noray Terapia Floral

[1] https://lamenteesmaravillosa.com/test-de-psicologia-de-empatia-cognitiva-y-afectiva-teca/

[2] https://www.muyinteresante.es/salud/articulo/descubren-que-la-empatia-tiene-un-componente-genetico-

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