Todos los seres humanos nacen con el potencial en su Ser Interior de desarrollarse y evolucionar. Para ello se dispone de tres ordenadores que, cada uno a su modo, sirven de herramientas para evolucionar: el ego y la consciencia por un lado y el Espíritu como un Todo que impulsa. La puesta en funcionamiento y uso de cada uno de estos ordenadores depende, en parte, de la propia persona y, en parte, del Ser Interior.
Inicialmente, cada persona nace en un estadio de consciencia predeterminado por la edad y los aprendizajes de Ser Interior en otras existencias, pero cuando se nace no se es consciente de esta circunstancia, hay que crecer y desarrollarse hasta alcanzar el nivel de consciencia propio, como si se tratase de recordar quien se es en realidad, y eso puede llevar un buen porcentaje de la vida, la vida entera o varias existencias. Una vez que se alcanza ese nivel “predeterminado”, se abre la puerta de la evolución, sea ésta desde el estadio ego, desde el estadio consciencia + ego o desde el estadio consciencia.
Aproximadamente el ochenta por ciento de la población mundial actual ha nacido en el estadio egóico de consciencia y muchos transitarán su vida y morirán sin alcanzar el siguiente. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente es el proceso natural de cada Ser, que ha de transitar muchas existencias para avanzar paso a paso por los diferentes niveles y estadios de consciencia. La cuestión que aquí planteo es ¿qué se puede hacer para avanzar en este proceso de desarrollo y evolución del Ser Interior? Para empezar, tomar conciencia de que este proceso sucede mientras se vive y, seguidamente, comprender que hay tres herramientas con las que actuar para favorecer el proceso: el ego, la consciencia y el Espíritu.
Sobre el ego ya se han desarrollado varios artículos, remito a ellos para completar la información que aquí se expone.
El ego es el primer ordenador interno que se pone en marcha desde el mismo momento del nacimiento. Tiene como función ancestral la supervivencia, pero ha llegado a tal grado de autorregulación que funciona de manera automática y constante sin que se sea consciente de ello. El problema es que utiliza una programación no siempre sana, que le alimenta y que mantiene a la persona en un estado automático, inconsciente y estresado. Como se puede ver en el dibujo, el ego se alimenta de excesos, carencias y estrés, utiliza a la mente en una suerte de ego-mente programada mental y emocionalmente con información a menudo insana por exceso o por carencia y prefiere vivir en cualquier lugar menos en el presente, sea el pasado o sea el futuro o lo imaginado. Este ordenador no tiene conexión reconocible con los otros dos (consciencia y Espíritu), hasta el punto de que mientras éste está encendido los otros no lo pueden estar, por ello provoca una desconexión del Ser Interior. La energía que utiliza es la fuerza de voluntad, un tipo de combustible concreto que requiere un desgaste alto para el sistema. Como la mayoría de las personas no han encendido nunca ninguno de los otros dos ordenadores ni conocen su existencia funcionan con el ego y viven sus vidas según sus posibilidades y limitaciones.
El segundo ordenador al que se puede recurrir es el de la consciencia. De ella también se ha hablado en anteriores artículos, aunque menos ampliamente. Dicho de manera muy resumida: la consciencia es la capacidad de relación e interacción con el yo, con los otros y con lo otro. Y, en este sentido, no todas las personas tienen la misma capacidad, por lo que no todo el mundo tiene el mismo nivel de consciencia. En este punto es necesario indicar que la capacidad de la consciencia no está determinada (aunque sí puede que influida) por factores como la edad, el género, la ideología, las creencias religiosas, el estatus económico, la clase social, la formación académica, etc. Cuando en una persona se activa el ordenador consciencia, se dan en su vida una serie de cambios en aspectos relacionados con las necesidades, las conductas y las emociones que dan mayor amplitud y profundidad a la hora de relacionarse consigo misma, con los demás y con el entorno. La consciencia se aúna con la mente creando la herramienta mente-consciencia, cuyos procesos y resultados son diferentes a cuando se utiliza la ego-mente, pues los programas emocionales y mentales con los que se funciona, aun siendo potencialmente los mismos, se viven en grados más armónicos y equilibrados. La consciencia se alimenta y favorece las justas medidas y la serenidad y vive en el momento presente, por lo que el enfoque mental es en el aquí y el ahora. A diferencia del ego, la consciencia está conectada con el Ser Interior, ya que es una función de éste, que permite que el ser humano viva consciente y no en “automático”. Muchas personas que creen vivir conscientes no se dan cuenta de que es su ego el que les traslada esta idea-sensación-convicción, para poder seguir campando a sus anchas sin poner en peligro su dominio sobre la vida de la persona.
La consciencia utiliza un tipo de energía menos ruda que el ego, se trata de la voluntad consciente (el ego utiliza la fuerza de voluntad). Los actos de voluntad consciente están impregnados de un tipo de vibración sutil, amorosa, serena, más en armonía con el Ser Interior. Esta energía en más potente que la fuerza de voluntad del ego, al mismo tiempo que menos impactante y agresiva con los sistemas sobre los que se aplica, obteniendo mejores resultados, sobre todo a medio y largo plazo. Esto no implica que la energía del ego no sea necesario aplicarla de vez en cuando, la cuestión es saber discernir cuándo es necesaria la fuerza de voluntad y cuando la acción de la voluntad consciente.
Por último está la herramienta Espíritu, omnipresente, y que se puede acceder a él siempre que se tenga la conexión. Esta herramienta puede proporcionar a la persona millones de perspectivas en las que todo está conectado con todo. Para llegar a encender este ordenador, al menos conscientemente, hay que antes haber utilizado, transitado y, en cierto modo, gastado, tanto al ego como a la consciencia. El Ser Interior ha tenido que realizar todo un proceso de aprendizaje a través del uso de los otros dos ordenadores, de modo que se haya ido afinando esa capacidad de relación con el yo, los otros y lo otro. Así, llega un momento en que esos tres aspectos de la realidad (yo, otros, otro) se convierten en un sistema en el que todo está interconectado, accediendo a la realidad de la Unidad. Este ordenador utiliza un solo programa mental y emocional, ese programa se llama Amor, y no necesita a la mente para funcionar, así que la persona en este estadio de consciencia vive en un estado de no-mente y en una dimensión atemporal en la que pasado, presente y futuro “están y no están” al mismo tiempo porque todo es un presente, el tiempo no fluye en una dirección, sino que Es, y la energía que anima todos los procesos es la más sutil y menos “contaminante” de todas: el AMOR. Este ordenador no está conectado al Ser Interior, es el Ser Interior directamente, sin intermediarios y, a su vez, es una parte de la Consciencia Cósmica que todo lo contiene, en la que todo nace, todo permanece y a la que todo regresa después de su proceso de separación, evolución y unión.
Activar todos los ordenadores es el resultado de un proceso de evolución que requiere transitar muchas existencias, vivir muchas experiencias, equivocarse muchas veces y realizar muchos aprendizajes… Y también es un compromiso de la persona consigo misma, con su Ser Interior y con la Consciencia Cósmica para trabajar interiormente hasta conseguir darle al ego su lugar, a la consciencia su espacio y al Espíritu su verdadera dimensión dentro de cada una/o. Todo esto se resume en un mantra repetido en muchos de mis artículos: Todos somos almas en proceso.