Cada día, en consulta, atiendo a personas cuya vida interior no tiene la armonía suficiente como para vivir en serenidad. En estas personas se produce un desequilibrio en uno o varios de sus planos que, a menudo, tratan de gestionar a través de un ordenador que es la mente, pero no lo consiguen. ¿Por qué? En mi opinión porque ese ordenador-mente es, en realidad, el que está creando la desarmonía y, para alcanzar una resolución, hay que utilizar otro ordenador diferente, uno del que todas las personas disponen: la consciencia.
Definamos conceptos de manera sencilla:
– Mente: función resultado de la actividad cerebral y del ser exterior. Dicha función se manifiesta en diferentes estratos: consciente, preconsciente, inconsciente personal, familiar y colectivo.
– Conciencia: estado de percepción y reconocimiento del propio ser, de lo externo al ser, y de las relaciones e interacciones entre ambos.
– Consciencia: función resultado de la actividad del Ser interior y de su interacción con la mente y la conciencia. La consciencia podría entenderse como la conciencia de la conciencia o metaconciencia.
Mientras que la conciencia es un estado, la mente y la consciencia son funciones vinculadas a dos dimensiones diferentes de la existencia humana. La mente es el ordenador del plano mental (ser exterior), la consciencia es el ordenador del plano trascendente (Ser interior).
La sociedad occidental, su manera de concebir la vida, la educación, las relaciones, etc., favorece sobremanera el uso del ordenador-mente, mientras que deja de lado e inhibe el acceso al ordenador-consciencia. Esto lo ha hecho durante siglos favoreciendo la atención, trabajo y desarrollo de los pensamientos en detrimento de la atención y evolución de las emociones y los sentimientos. Cuanto más se atiende a los pensamientos y las creencias, a las opiniones y los juicios, más se entrena a la mente, mientras que cuanto más se atiende a las emociones y los sentimientos, más se entrena a la consciencia. El problema, en mi opinión, es que la mayoría de las personas utilizan mucho el ordenador-mente y muy poco (incluso nada) el ordenador-consciencia. Y esto se debe a que desde la infancia se enseña a las personas a utilizar la razón, pero no se les enseña a comprender la emoción.
En mayor o menor medida todas las personas saben pensar e, incluso, saben utilizar la herramienta mente para relacionarse con el entorno, pero no todas las personas saben qué hacer con sus sentimientos y emociones. Por ello, el ordenador-mente se convierte en el centro de gestión de la vida cotidiana, mientras que el ordenador-consciencia queda guardado en algún rincón del Ser interior, llenándose de polvo y a la espera de que sea reclamada su actividad.
Llega un momento en la vida de muchas personas en el que el Ser interior se cansa de esperar a que se le permita vivir. La mente, junto con sus productos (pensamientos, creencias, yo-identidad, ego, Miedo), ha estado ocupando la totalidad de la experiencia vital de la persona y no ha habido oportunidad para la consciencia y sus productos (emociones, sentimientos, intuición, Ser, Amor). La consecuencia de vivir en la mente sin vivir en la consciencia es que, a menudo, se produce una incoherencia entre lo que el ser exterior vive y lo que el Ser interior desea vivir. Precisamente esta incoherencia es lo que puede llevar a la pérdida de la serenidad, la desarmonía, el desequilibrio e, incluso, al estado infirmus, origen de la enfermedad.
Gran parte de mi trabajo como terapeuta es ayudar a la persona a ampliar su conciencia sobre sí mismo y sobre la vida, para que ese ordenador del Ser interior (la consciencia) despierte y se ponga en funcionamiento. El medio es la atención a las emociones y sentimientos que permanentemente están presentes en la vida y que, al igual que en el caso de los pensamientos, pueden vivirse de manera consciente o inconsciente. Cuando una persona empieza a prestarle atención a su emocionalidad se da cuenta de que, a menudo, ésta se queja de que la mente le obliga a hacer cosas que no quiere hacer y a dejar de hacer cosas que sí quiere hacer. ¿Por qué sucede esto? Porque el ser exterior quiere hacer unas cosas y el Ser interior quiere hacer otras. El ser exterior quiere vivir según lo que se le ha enseñado y programado, se aferra a la repetición, a lo correcto, busca la certeza, lo conocido, lo seguro, su energía predominante es el Miedo. El Ser interior quiere explorar y experimentar, busca lo desconocido, lo nuevo, se crece en la incertidumbre y su energía fundamental en el Amor.
Lo vivido desde el Ser interior, lo trascendido e integrado, convierten en Amor lo que antes era Miedo por desconocido e ignorado. La mente, viviendo desde el Miedo, es conservadora y prefiere mantenerse en su zona de confort; la consciencia, viviendo desde el Amor, es atrevida y anhela escapar de esa cárcel que es la zona de confort. Encontrar el equilibrio de funcionamiento entre mente y consciencia favorece en la persona una interacción sana con la vida y consigo misma, a la vez que expande la conciencia conectando Ser interior y ser exterior. Cuando ambas entidades se conectan, y aúnan sus fuerzas para transitar la vida en coherencia, la persona encuentra ese estado de armonía, serenidad y paz interior que tanto se anhela y que tanto cuesta alcanzar. Es entonces cuando lo que uno Es, lo que siente, lo que piensa, lo que dice y lo que hace están en coherencia. Cuando Ser interior y ser exterior caminan de la mano se conectan con la certeza y se desarrolla un eje interior tan poderoso y firme que se tiene la sensación de que la vida y uno son un solo Ser. ¿Esto es posible? Sí. Este estado se alcanza paulatinamente, a través de un trabajo personal a lo largo de toda la vida (y de otras vidas). Para fomentar este proceso lo que se puede hacer es contribuir recorriendo una parte del camino, reconociendo las señales que el Ser interior envía en forma de emociones y sentimientos.
Cuando el ser exterior está en coherencia con el Ser interior la persona se siente bien, plena, realizada, serena, cuando el primero va por su cuenta sin hacer caso al segundo entonces no hay serenidad o ésta es pasajera, superficial. Si se quiere vivir en consciencia es necesario escuchar al Ser interior y preguntarle “¿por dónde quieres que vaya?” y, seguidamente, encaminarse con determinación y confianza por dónde indica. A esto se le llama destino.