La idea de que el ego se alimenta de excesos, carencias y estrés y que la consciencia, por el contrario, se alimenta de justas medidas y de serenidad se puede encontrar en los esquemas de los apuntes para los cursos. En este artículo voy a extenderme en la relación que se establece entre estrés y ego y las consecuencias para la persona.

Para ello comencemos por definir qué es el ego, ya que es una palabra que puede llevar a confusión por sus múltiples significados y usos. Antes de continuar os invito a ver este esquema que sitúa los conceptos en un marco de referencia.

El ego es un constructo psíquico configurado por aspectos instintivos, emocionales y mentales. Es fundamentalmente reactivo, y toma naturaleza de identidad creando un yo con el que la persona se identifica y que llega a asumir y sentir como su propia identidad o ser. Es una parte de la persona programada no sólo por el instinto, sino también por la educación, el ejemplo recibido, la familia, la escuela, los medios de comunicación, las redes sociales, la realidad social, las experiencias vitales y otros factores que configuran la personalidad y que llevan a pensar “yo soy así”. De esta manera, el ego crea un mundo lleno de programas emocionales y mentales de los que la persona no suele ser claramente consciente ya que los vive como la realidad, sin plantearse cómo ha sido creada esa realidad y sin llegar a comprender que sólo es su realidad. La función fundamental del ego (establecida en los principios de la existencia de la especie) es la supervivencia.

A su vez, el estrés es una reacción del organismo ante situaciones que presionan a la persona. En tiempos ancestrales estas situaciones de presión estaban relacionadas con aspectos primitivos de supervivencia y protección. Actualmente, en la sociedad occidental, a estos factores se suman cientos de aspectos que provocan tensión: gastos e impuestos, hipotecas, trabajos, consumo, relaciones, adicciones, redes sociales, horarios, responsabilidades, situación sociopolítica, activismos de todo tipo… El organismo se siente bajo presión permanente, sea ésta real o imaginada, por lo que el nivel de estrés en el que cotidianamente se puede llegar a vivir es muy elevado. El efecto de esta situación es que la persona, a menudo sin darse cuenta, entra en dinámicas insanas en diferentes facetas de su vida: laboral, familiar, de pareja, consumismo, ocio, adicciones diversas (incluso inconscientes o negadas), etc. Estas conductas muchas veces siguen siendo alimento para el ego, que sigue creciendo y creciendo, anulando la posibilidad de la persona de despertar su consciencia y de darse cuenta de la vida que vive. Se crea una especie de velo que impide ver esas dinámicas insanas y perjudiciales, aunque a uno/a le estén causando daño. Se normalizan carencias y excesos, se asume el estrés como algo inevitable y necesario, se le quita importancia a las consecuencias que para la salud tiene todo ello y la persona deja de atenderse a sí misma para atender las necesidades del ego, creyendo que es ella la que lo necesita, engañada por los mecanismos internos egóicos, en una palabra, la persona vive en piloto automático y alienada.

Dado que se nace en un sistema en el que se ha normalizado esta presión y sus consecuencias (ansiedad, malestar, frustración, reactividad, síntomas crónicos, etc.) la persona vive la situación de manera inconsciente o aceptada como “lo normal”, aunque no por ello deja de afectarle. Así que, por un lado, está el ego que es una estructura psíquica interna que lleva miles de años ayudando a la supervivencia de la especie y que se alimenta de estrés, y por otro lado está una sociedad cuya dinámica vital cotidiana es estresante. En este sentido parece que el devenir de la sociedad occidental ha creado un círculo vicioso. Como se suele decir “se juntan el hambre y las ganas de comer”.

El sistema es estresante, el ego se alimenta de estrés. La consecuencia es que una persona puede vivir en un estado de tensión veinticuatro horas al día, lo que alimenta al ego sin pausa. Cuando el ego está en acción, en reacción o alimentándose la consciencia no tiene espacio, ya que cada uno de estos dos sistemas internos sólo puede funcionar mientras el otro no está en activo. Así, cuando el ego come la consciencia permanece inactiva y cuando es la consciencia la que se alimenta es el ego el que queda apartado. La consecuencia de vivir en estrés sin descanso es que el ego se alimenta continuamente y la consciencia no tiene posibilidad de activarse. Se favorece un ego superalimentado.

Cuando se habla de estrés hay que tener en cuenta que éste no es negativo o perjudicial en sí mismo, hay tipos de estrés y grados que resultan estimulantes y beneficiosos. Lamentablemente la sociedad actual, con innumerables problemas y exceso de estímulos cotidianos, está diseñada para fabricar grandes dosis de estrés perjudicial. Vivir en estrés consciente e inconsciente desde que uno/a se levanta hasta que se acuesta (incluso durante el sueño) es un alimento permanente para el ego y un obstáculo para el despertar de la consciencia, que está esperando a que la serenidad llegue a la vida de la persona para activarse, alimentarse y crecer. El estadio egóico puede ser natural para unas personas, pero alienante para otras que deberían iniciarse en el despertar de la consciencia, la cuestión es ¿cómo hacerlo? Aporto aquí una explicación teórica y, al final del artículo, una propuesta práctica.

El Ser está configurado por ego y consciencia. El ego es la estructura psíquica interna cuya función es garantizar la supervivencia, alimentándose de excesos, carencias y de estrés. Para ello hace uso de la mente en forma de ego-mente. La persona que desee progresar en su desarrollo interior ha de desarrollar las virtudes opuestas a las carencias y excesos de las que el ego se alimenta, así como identificar el estrés y reducirlo. Por ello hay que acceder tanto a las justas medidas como a la serenidad, alimentos de la consciencia que harán que ésta vaya despertando y desarrollándose, a la vez que el ego va cediendo terreno. Habrá entonces dos funcionamientos diferentes de la mente: ego-mente y mente-consciencia. ¿A cuál hacer caso? Depende del momento, de la situación y de las necesidades, aunque cuanto más caso se le haga a la mente-consciencia más se desarrollará y se ampliará en beneficio de la persona. De este modo se produce la evolución interior a lo largo de las etapas y los estadios, trascendiendo aspectos egóicos de la vida y accediendo a niveles más elevados de la consciencia. Esto implicará dejar atrás excesos y carencias, accediendo a las justas medidas que sitúan a la persona en una perspectiva de mayor profundidad y amplitud frente a la vida, ganando así en sabiduría. No hay que confundir esta sabiduría con el conocimiento, ya que éste es parte del estadio egóico. Muchas personas acumulan conocimientos y se convierten en eruditos del desarrollo personal, creyendo que porque pueden repetir fórmulas y exponer razonamientos han alcanzado una gran sabiduría, sin embargo, todos esos conocimientos no les sirven de nada porque, llegada la hora de aplicárselos a sí mismas, no son capaces de hacerlo. Estas palabras de Aristóteles reflejan bien dicha situación: “La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica”. Ésta es la sabiduría que tiene que ser aplicada para desarrollar las virtudes que alimentan a la consciencia (justas medidas y serenidad), sin pretender luchar contra los defectos que alimentan al ego (carencias, excesos y estrés), ya que ello lo fortalecería en lugar de debilitarlo. Resumiendo unas palabras del Dr. Edward Bach: “no luches contra el defecto, desarrolla la virtud opuesta”.

Los estudios realizados por el psiquiatra David Hawkins y por el psicólogo Clare Graves, cada uno de manera individual, demuestran que aproximadamente un 80% de la población mundial vive en ego, un 19,5% vive en ego + consciencia y consciencia, y apenas un 0,5% de la población mundial vive en consciencia elevada y Espíritu. Estas estimaciones se circunscriben a los últimos cincuenta años de nuestra civilización.

La masa crítica de la población en estadio egóico todavía es muy elevada, es responsabilidad de todas las personas incrementar el nivel de consciencia de la Humanidad. Para ello, entre otras cosas, es necesario reducir el estrés con el que cotidianamente se vive. La sociedad anima a la actividad continua, tanto en el ámbito laboral como en el de ocio; esto, en gran medida, impide la mirada interior y, así, mantiene a la mayor parte de la población en un estado de alienación, de vida en automático, aunque haya quien crea que está viviendo la vida que elige libremente. Quien esto escribe puede asegurar, tanto por experiencia personal como por la vivida por mis pacientes y alumnado, que es muy posible reducir los niveles de estrés siempre y cuando se esté dispuesto a despertar la consciencia e introducir cambios en la manera de percibir y experimentar la vida tanto en el plano mental como en el emocional. Esto ya depende de cada persona. En esto, como en tantas cuestiones… todos somos Almas en proceso.

PROPUESTA PRÁCTICA
La toma de conciencia de los aspectos que alimentan al ego es un trabajo interior que va más allá del reconocimiento de los programas y causas inconscientes de las conductas, los hábitos o las reacciones. El trabajo se plantea de manera posterior a la toma de conciencia (atención) de los desde dóndes, trabajo que suele implicar meses de práctica cotidiana. Una vez que el reconocimiento de los desde dóndes se ha automatizado, naturalizado e integrado en el día a día se puede pasar a observar su origen: ¿proviene del ego o de la consciencia? Este es un nuevo paso en el proceso de introspección, autoconocimiento y desarrollo.

Diferenciar el origen de los programas emocionales y mentales no es siempre sencillo. La ego-mente, a menudo, trata de interferir en estos procesos engañando, distrayendo o dando respuestas falsas, todo ello con la finalidad de no perder territorio y poder. Recomiendo repasar artículos anteriores en los que se definen y desarrollan los conceptos de ego y consciencia, para así poder distinguirlos en el trabajo de introspección.

Mantén una atención despierta y constante sobre los desde dóndes como ya has aprendido en artículos anteriores. Una vez reconocidos trata de identificar si su origen está en el ego o en la consciencia. Este ejercicio requiere semanas o, incluso, meses de práctica, ya que no es sencillo diferenciar el origen de todos los desde dóndes. Cada vez que tomes conciencia del origen egóico de tus sensaciones, emociones, sentimientos o pensamientos párate y no permitas la reacción, date unos segundo o minutos, plantéate si puedes transformar esa reacción del ego en una acción de la consciencia. Si es así, haz la transformación, aunque te requiera minutos, horas o días. Puedes ayudarte de alguna frase como por ejemplo: “si en esta ocasión domino al ego, la próxima vez me costará menos”. Si no puedes hacer esta transformación no te desesperes, es un trabajo arduo, comienza por situaciones sencillas que sólo tengan que ver contigo y no impliquen a otras personas y, poco a poco, ve ampliando tu radio de acción. La perseverancia en la práctica te llevará a lograrlo cada día un poco antes y con mayor facilidad. Ten en cuenta que este es un aspecto bastante profundo del trabajo contigo misma/o y que requiere práctica cotidiana y meses de paciencia.

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