¿Por qué es bueno comprender las emociones de niñas y niños?
Hablar de emociones es hablar de rasgos de temperamento y personalidad que nos hace únicos con relación a los demás, y es que esa capacidad de sentir hace que, a lo largo de nuestras vidas, podamos aprender de las distintas experiencias vividas configurando nuestra forma de ser. Unas experiencias y emociones que son particularmente importantes cuando hablamos de la infancia. Identificarlas, reconocerlas, comprenderlas y gestionarlas equilibradamente será de gran ayuda, no sólo para madres y padres sino también para profesionales de la enseñanza, la Educación, la Psicología, etc.
Participar activamente de la educación emocional de los y las pequeñas y ser conscientes y respetuosos con sus necesidades les ayudará tanto a ellos en su desarrollo como a las personas adultas que les acompañan.
Ello proporcionará una perspectiva mucho más amplia y considerada de su comportamiento.
La evolución de la educación emocional
Hasta hace no mucho, e incluso hoy en día, la educación tiende a focalizarse en el desarrollo mental e intelectual: aprender muchos temas de memoria, lógica, matemáticas, Historia, Filosofía, etc. El sistema educativo ha estado basado en preparar a las personas para desenvolverse y competir en el mundo laboral. El aspecto emocional y la importancia de saber gestionarlo fueron ignorados e invalidados a través de creencias que ponían (y ponen) de manifiesto que cada cual sabe y puede “apañárselas” con sus emociones. Ahora los tiempos están cambiando. Cada vez más se conocen los beneficios y la necesidad de educar con consciencia, tanto en casa atendiendo a las experiencias y emociones del ámbito privado, como en las escuelas, institutos, universidades, etc.
La comprensión de las emociones y la educación
Es aquí precisamente donde los adultos/as que educan y acompañan tienen una mayor responsabilidad. Aprender desde uno mismo qué sucede en el mundo interior, por qué y para qué sucede, reconocer los programas emocionales y mentales que nos conforman, etc., ayudará a promover una educación emocional equilibrada y en justa medida.
El hecho de comprender las emociones de los niños y niñas nos va a permitir hacerles ver que, por definición, no existen emociones buenas o malas. No hay una emoción que entrañe un peligro de manera implícita, del mismo modo que no hay una emoción que sea dañina por sí misma, ya que todas pertenecen al ser humano. A partir de aquí, y una vez se realiza un análisis de dichas emociones son varias las conclusiones que podemos sacar y varias las acciones que podemos llevar a cabo.
•El proceso de comprender las emociones. El conocimiento y manejo de las emociones de los más pequeños (incluso del propio) es algo complejo. No es algo inmediato que surja de la noche a la mañana. La experiencia y ayuda de profesionales y expertos en la materia es imprescindible o, en muchos casos, decisiva.
•Las repercusiones de las emociones son importantes. Vivimos con y a través de las emociones. La ignorancia y la falta de gestión repercuten en niños/as y futuros adultos incapaces de responsabilizarse de su vida, sus decisiones, sus carencias, anhelos, miedos, frustraciones, etc.
•La autogestión es algo que se puede aprender. Hacer introspección, reconocer de dónde viene una determinada emoción, por qué y para qué aparece, qué hay detrás de un patrón de comportamiento, etc., son los primeros pasos a seguir para, primero conocerse, y segundo, educar respetuosa y equilibradamente.
•Se puede encauzar el comportamiento. Del conocimiento de las emociones se puede llegar a muchas conclusiones interesantes. A partir de éstas se podrán inculcar unos determinados hábitos y rutinas que terminarán por conformar un comportamiento más constructivo y sereno, una personalidad más equilibrada y la capacidad de relacionarse con los demás y con la vida de una manera más asertiva y enriquecedora.