Cada día que transcurre el cuerpo siente incertidumbres, la mente se hace preguntas, las emociones se muestran contradictorias o incoherentes y el alma busca vivir. ¿Alguien se para a escuchar estos procesos?, ¿y… a responderlos?
En la vida cotidiana, y durante la mayor parte del tiempo, las personas viven en reacción y, en ocasiones, en acción (remito al artículo “Vivir en acción, vivir en reacción”). Esas acciones y reacciones configuran las conductas internas y externas y se tiene la creencia que eso es vivir. Para hacerse conscientes de esa vida se suele utilizar la pregunta “¿por qué?”: “¿por qué hago esto?”, “¿por qué reacciono de esta manera?” y la respuesta suele comenzar de la misma manera: “porque…”. Esta pregunta y esta respuesta suelen estar al alcance del plano consciente de la mayoría de las personas, aunque no de todas, especialmente en el caso de los niños. Pero en el caso de los adultos siempre hay una mente dispuesta a introducir los “por qués”, sea como pregunta o como respuesta, sea como búsqueda o como encuentro, el “por qué” es lo que vale, lo que tranquiliza, lo que acalla a la mente.
En realidad esos “por qués” y “porques” no son más que excusas basadas en ideas y creencias, que tienen su origen en el pasado y que sirven para justificar las reacciones desde un plano mental consciente. Es un nivel superficial de compresión de la reacción que calma a las mentes, pero que no ofrece la respuesta en toda su profundidad y que coloca la responsabilidad en la reacción ante algo.
Un siguiente nivel de profundidad, situado ya en el plano preconsciente, se alcanza cuando se cambia la pregunta: “¿para qué hago tal o cual cosa?”, “¿para qué pregunto eso?”. Cuando en consulta o en los cursos introduzco esta pregunta, las caras de las personas cambian.
– ¿Cómo que para qué? Pues… porque…
– No, ¿para qué lo haces?
– Porque…
– No, ¿para qué?
Un simple cambio de un “por” por un “para” y ya no hay respuesta.
El “para qué” tiene connotaciones diferentes del “por qué”. Profundiza un poco más en el origen de la reacción y descubre nuevas informaciones antes veladas. La excusa se convierte en intención, el pasado que sustenta se convierte en futuro que atrae y la justificación se ha de convertir en razón. La motivación para la reacción descubre ahora nuevos argumentos: tenía esta intención, para alcanzar estos objetivos y estas son las razones. Comienza a surgir la responsabilidad propia.
Aún así, el “por qué” y el “para qué” son preguntas y respuestas situadas en los planos consciente y preconsciente que responden a un modelo cuasiconductista, en el que la reacción implica un estímulo previo disparador de la misma, sea interno o externo. La respuesta se busca más fuera que dentro, y la mente se conforma con ello.
Iniciarse en el “para qué” es un paso importante en el proceso de evolución tanto de la conciencia como de la consciencia (para conocer la diferencia entre ambos conceptos remito al artículo Mente y consciencia, dos herramientas diferentes). Sin embargo, si se quiere, se puede profundizar aún más en las causas primigenias de las reacciones. Se puede formular una nueva pregunta: “¿desde dónde?”.
“Desde dónde” significa desde qué programas emocionales (emociones y sentimientos) y mentales (creencias y pensamientos) la persona está reaccionando. Estos programas, si bien pueden ser conscientes, a menudo son inconscientes, favoreciendo reacciones que la persona concibe como actos libres cuando, en realidad, no lo son. Profundizando en este aspecto, cabe decir que un elevado porcentaje de esos programas emocionales y mentales son perjudiciales para la persona por estar fuera de justa medida o porque, realmente, son insanos, aunque la persona los justifique o los vea como adecuados o naturales. La toma de conciencia de estos “desde dónde”, permite la visión clara de los programas que se activan y que son el origen real de las reacciones. Con el debido entrenamiento, el tiempo entre la reacción y la toma de conciencia de los programas activados se va reduciendo, de modo que en un inicio, la persona puede darse cuenta de ello pasadas unas horas, luego pasados unos minutos, después pasados unos segundos, en un momento dado ya se da cuenta en el mismo instante en que está reaccionando y, por fin, se da cuenta justo antes de entrar en reacción. Es en este momento en el que la persona puede elegir esa reacción o no. Aquí comienza esa libertad de elegir: cuando se es consciente de los programas que se activan y que crean las reacciones. A partir de este momento se puede permitir la reacción o se puede hacer acción, no siendo ya una respuesta automática sino una respuesta consciente que se puede elegir dar o no, cambiarla, matizarla o transformarla en otra distinta.
Claro que reconocer los “desde dóndes” no es siempre agradable, ya que implica la identificación de los programas insanos, las miserias, los defectos, los complejos, los conflictos, las incoherencias, los traumas, etc. Conocer y aceptar esa parte de uno mismo puede implicar la decisión de trabajarse para evolucionar, cuestión fundamental para el proceso de desarrollo personal y ampliación de la conciencia y la consciencia. O puede hacer que la persona decida seguir siendo como es sin querer cambiar, esa es una decisión personal.
Un proceso continuo de trabajo con los “para qué” y los “desde dónde” permite un autoconocimento profundo. Acompañar este proceso de un trabajo de desarrollo personal favorece sobremanera la evolución como persona en todos los planos, aunque hay que tener en cuenta que habrá quien no entienda ni acepte que se pueda cambiar y evolucionar, o que no esté dispuesto a asumir las decisiones y cambios que hay que afrontar. En mis cursos este trabajo forma parte del entrenamiento para la toma de conciencia y ampliación de la consciencia. No es fácil ni rápido, pero en el plazo de un curso escolar la mayoría de las alumnas y alumnos que se implican en ello lo consiguen. La recompensa es la conciencia sobre el ser exterior y la apertura al Ser interior y, por ello, el desarrollo de la consciencia.
Advierto que no se trata simplemente de hacerse las preguntas y ya está, quien así trate de hacerlo puede no llegar a ninguna parte. Se trata de un trabajo guiado por personas preparadas para ello, por profesionales honestos de la salud emocional y mental en el ámbito o la filosofía de la salud holística. Tratar de hacerlo uno solo puede resultar decepcionante y llevar a pensar que estos trabajos son tonterías, necedades o mentiras. Nada más lejos de la realidad.