He investigado, reflexionado y escrito sobre el despertar de la consciencia pero… ¿qué pasa cuando esa consciencia ya está despierta?, ¿qué hay que hacer con ella?, ¿cómo utilizarla?
Para responder a estas preguntas voy a analizar el esquema desde el punto 1 al 8. De esta manera se puede comprender el sentido de cada uno de los pasos y en qué momento del proceso se puede encontrar la persona respecto a alguna situación concreta.
1. Cuando se produce el despertar de la consciencia una de las cualidades que se activa es la de la metaposición, es decir, que la persona se convierte en una observadora externa de sí misma, de sus vivencias, de sus emociones y sentimientos y de sus pensamientos. Esta posición externa permite una perspectiva diferente, como de “mirar desde afuera”, “como si le sucediese a otra persona”. Esta situación favorece una cierta distancia emocional respecto a la experiencia, lo que pone freno a la natural reactividad del ego y da tiempo a que la consciencia entre en el proceso. De este modo se retrasa la reacción y se favorece la posibilidad de la acción.
2. El ego queda por un tiempo (segundos, minutos, horas…) en suspenso. No se le permite la reacción, que es su forma impulsiva, visceral y espontanea de afrontar las situaciones y, de esta manera, no accede al exceso o la carencia emocional ni al estrés, que son sus alimentos preferidos junto con el Miedo. Se puede entender así que el ego se queda sin actuar y sin alimentarse de la situación que se esté viviendo.
3. En este momento en el que el ego no reacciona entra en acción la consciencia, es decir, la cualidad y capacidad de la persona para relacionarse e interaccionar consigo misma, con los demás y con la vida de una manera más amplia y profunda. Desde esta función de la consciencia no se producen reacciones que alimentan al ego a través del Miedo o el estrés sino que se realizan acciones que buscan la serenidad, la justa medida y el Amor. Esto no quiere decir que no sean acciones firmes, que no haya enfado, ira, tristeza o cualquier otra emoción o sentimiento, quiere decir que esas emociones se gestionan y se viven en justa medida para alimentar a la consciencia en su proceso de aprendizaje y evolución.
4. Cuando se alcanza este punto se accede a una pequeña cuota de libertad o libre albedrío, ya que la persona puede elegir entre seguir la tendencia reactiva del ego o la tendencia proactiva de la consciencia. El hábito de responder egóicamente ante las situaciones intentará llevar a la persona por el camino de siempre, por lo normalizado o habitual, aunque resulte perjudicial o insano. Sin embargo, este es el punto en el que la persona “puede elegir”, en el que es libre. Otra cosa es que se deje llevar por los hábitos emocionales o mentales anteriores y se mantenga en su zona de confort aunque ello no le proporcione beneficio alguno.
5. Al acceder a esa situación de “libertad para elegir” se activan la responsabilidad, la incertidumbre y el Miedo. La responsabilidad porque la persona ha de responder de su elección, ya no puede decir “no sabía lo que hacía”, “no tuve elección” o “es que no me daba cuenta de lo que pasaba”, ahora la persona, es consciente, se da cuenta y sabe, incluso comprende las consecuencias de cada una de las opciones (ego y consciencia) que se le presentan. La incertidumbre porque en este momento hay, como mínimo, dos opciones entre las que elegir. Cuando sólo existía la vía del ego no había más que una opción, por lo que la elección era sencilla y la incertidumbre apenas se daba, ahora que hay más opciones… las cosas ya no son tan sencillas y la certeza de acertar no es tan clara. Y Miedo porque sentirse responsable y en incertidumbre “da miedo” y porque afrontar la vida desde la consciencia no es algo que se haga automáticamente y sin pensar sino que hay que hacer uso de una mirada consciente en la que la persona no sólo es ella, sino que “es en relación con”, con el entorno, con las personas, consigo misma, etc.
6. La manera de afrontar el Miedo, la incertidumbre y la responsabilidad es con el uso de una serie de recursos que no por conocidos y entendidos son fáciles de aplicar: coherencia, valentía, decisión, acción y perseverancia. Veámoslos uno a uno. La coherencia es la capacidad de relacionar las distintas partes de un sistema con unidad y sin contradicciones, en este caso coherencia entre metaobservador y consciencia, en otras palabras, hacer lo que se sabe que se tiene que hacer porque es lo sano para uno/a mismo/a. La valentía es la capacidad de afrontar los peligros o dificultades sin eludirlos. La decisión o determinación es la capacidad de decidir sin vacilación lo que hay que hacer y hacerlo. La acción es la realización de la decisión tomada. Por último, la perseverancia es la capacidad de sostener cierto esfuerzo para conseguir un fin. Una vez despertada la consciencia y utilizando estas cualidades o recursos, poco a poco, se van venciendo las limitaciones del ego y se va eligiendo la vía de la consciencia, siempre teniendo en cuenta que el Miedo, la incertidumbre y la responsabilidad no desaparecen sino que se los supera una y otra vez.
7. Llegamos de nuevo al observador externo o metaobservador. Con los pasos dados anteriormente el metaobservador es quien decide y elige el camino que quiere tomar: ¿el del ego?, ¿el de la consciencia?, unas veces conviene uno, otras veces el otro, pero es importante saber cuándo se está alimentando al ego, cuando se le está gastando y cuándo se está alimentando a la consciencia. Lo ideal es gastar el ego y alimentar la consciencia, aunque recordemos la sentencia escrita por Publio Terencio Africano en su comedia Heautontimorumenos representada en el año 163 antes de Cristo: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”, “Soy un hombre, nada humano me es ajeno”. El hombre (y la mujer) es ego en su mayor parte y como tal el ego reclama su parte de vida, no siempre se puede, se debe o se quiere evitar.
8. Tomar el camino de la consciencia no es sólo una acción, es también una declaración de intenciones, un compromiso, una actitud y una filosofía de vida. Su objetivo: crecer interiormente, evolucionar, distanciarse del Miedo, alcanzar la serenidad, caminar hacia la autorrealización.
No siempre es sencillo y no siempre es posible, pero si miramos hacia el centro de nuestra existencia, hacia el Ser Interior, oiremos una voz (la voz de la consciencia) que nos guía hacia ese centro cada día de nuestra vida. Si nos mantenemos en atención (y parados y en silencio) podremos acercarnos cada día un poco más a una existencia consciente, armonizada y plena. Al tomar la decisión de transitar este camino de evolución y desarrollo interior surgen “ciertos problemillas”, resistencias internas o externas que hay que ir venciendo para poder avanzar. En relación a las “resistencias externas” hay que estar dispuesto a enfrentarse a aquellos sistemas (pareja, familia, amistades, ámbito laboral, sociedad) que, ante los cambios y la evolución, se muestran en desacuerdo y hacen sus propias resistencias en forma de críticas, comentarios, chantajes, abandonos, confrontación, desprecio, etc. Estas reacciones son naturales en todos los sistemas y la persona que está en el camino ha de sobrellevarlas pasándoselas por el arco del triunfo (ya me entendéis), no haciendo caso y confiando en que los procesos internos de cambio y evolución son el camino que cada persona ha de experimentar para “vivir su vida”. En estos casos se puede aplicar con firmeza y asertividad la regla del REC (respetar, entender y compartir), que más o menos viene a decir: “no te pido que lo entiendas, no te pido que lo compartas, pero sí te pido que lo respetes”. Si alguien no es capaz de respetar esto… quizás ha llegado la hora de sacarlo del sistema o de irse del sistema. Habrá que valorar ¿no?
No hay que olvidar que incluso la luz más potente no ilumina el camino para aquel que permanece con los ojos cerrados. Abramos los ojos, contemplemos a nuestro Ser Interior y caminemos hacia él por el camino de la consciencia. “Dios nos quiere atrevidos”.
José Antonio Sande Martínez
www.terapiafloralnoray.com