Relato:

Llegar a la cima

Manuel, 40 años, 2021.

     Comienza un nuevo día, y tu mente no te deja realizar con normalidad tus tareas. El trabajo, los quehaceres de casa, la vida de familia, tus actividades y hobbies… van decayendo sin darte cuenta. Al siguiente día, ídem de lo mismo, hasta que tus emociones están por los suelos y en un instante, como si un rayo entrara por tu cabeza fugazmente, una voz te dice que algo anda mal.

Para colmo entramos en pandemia, me hundo cada vez más, mi mente y mi cuerpo desarrollan una estructura automática de siempre “lo mismo”, de repetición total de mi vida, (como si le pulsaras todos los días y a las mismas horas el botón de rebobinar a una cinta de video) rebobinar y play, y así hasta que la carga emocional pasa a la ansiedad y ésta a la depresión sin darme cuenta de ello.

«En un instante, como si un rayo entrara por tu cabeza fugazmente, una voz te dice que algo anda mal.»

El miedo ya estaba en mi, todos los pensamientos eran negativos, me costaba mantener una conversación, me ponía nervioso para realizar cualquier cometido, y era alarmante y profunda la ansiedad a la hora de realizar alguna tarea rutinaria, como por ejemplo ir a la compra, recoger a mi hija del cole, el pararme con algún conocido… Era una ansiedad mezclada con angustia que no me dejaban dormir.

Mi cerebro me engañaba o yo me dejaba engañar por mi cerebro. Mi familia se daba cuenta de que algo andaba mal, me aconsejaban (esto me molestaba), y mis amigos me preguntaban qué me pasaba (no sabía qué contestar, por miedo, el qué dirán, el por qué…). En el periodo de transición de recuperación te das cuenta de quiénes son, cómo son y quiénes merecen la pena de “verdaderos amigos”, otros ni eso, (lo sabían y más me hundían). Tras unas semanas me daba cuenta de que estaba ya entrando en un bucle, en un mal sueño donde cogí la llave de un negro túnel, pensando cosas malas y feas (ya me comprendéis…). En ese momento me dije a mi mismo el “por qué”, me salieron fuerzas no sé de dónde y sabía que era el momento de ponerme en manos de un profesional (cuando todos los cercanos a mí me lo aconsejaban todos los días, pensando que esto de un día para otro se quitaría). Pensaba: si yo estoy mal, mi familia también lo estará pasando mal.

No me imaginaba escribir este texto, no sé por qué, ¿por lo íntimo, por lo personal…?, a lo mejor es que todavía estamos limando algunas “cosillas”, aunque mi experiencia de casi un año de tratamiento es positiva, la verdad es que este contenido me ha valido mucho en este proceso de superación y recuperación, queriendo contar mi experiencia para que pueda ayudar a otras personas.

Antes de entrar en materia quisiera hacer una reflexión sobre lo primero que me impactó para equilibrar mis emociones, el “quiérete a ti mismo” (aunque a lo largo de las sesiones te das cuenta que hay más contenidos que te sorprenden, aún más o igual que la anteriormente mencionado); busca tu mejor versión, cuídate aún más de que empezara tu trastorno, atrévete a cambiar algo en tu cuerpo, comprométete a aceptarte y ser tú mismo, márcate tus objetivos, el presente y el futuro te impresionará y sorprenderá, el “aquí y ahora”, haz deporte, lee mucho; los libros son una fuente que emana emociones “mágicas” y positivas para tu cerebro y piensa siempre: “muchas personas te quieren” (esto es verdad) y esta me encanta: arriésgate a vivir experiencias únicas por muy difícil que sean (tu fuerza interior despertará por fin). Lo siguiente, pásate todo por…, bueno, mejor dicho en su justa medida; pásate todo por el…, y mejor que te lo explique José Antonio de Noray, y así unas cuantas más.

 ¿Dónde estás?
 Aquí.
– ¿Qué hora es?
 Ahora.
 ¿Qué eres?
 Este momento.

Os recomiendo ver esta película: “El guerrero pacífico” (2006).

Comprométete a aceptarte y ser tú mismo

Llegó ese día que ahora pienso tan esperado, un telefonazo a Noray Terapia Emocional. En este momento empezaba el gran reto de llegar reforzado a la cima con la experiencia de no tropezar otra vez en la misma piedra. José Antonio fue el que me guió en este proceso, como una brújula al aventurero, seguir las indicaciones de las balizas correctas marcadas en el camino y ser disciplinado con mis tareas en este largo sendero, estas fueron las claves en las primeras sesiones, cumpliéndolas ya teníamos la mitad del camino andado.

Ahora comienza la otra mitad del camino, la de ascender a la cima junto y al lado de Noray, en este caso José Antonio me ofreció el material adecuado, como un gran montañero utiliza sus utensilios para hacer cima: sus piolet, crampones, brújula…

El trabajo continuo de equipo es fundamental, quieres coronar lo antes posible, pero no es ni mucho menos fácil o en poco tiempo. Tuve que luchar contra esos pensamientos negativos, vencer al miedo, recuperar la ilusión, centrarme en lo que más me gustaba, marcarme objetivos. A veces no es fácil, de vez en cuando hay una decaída, pero tú mismo no te das por vencido, tienes que poner en práctica todos los recursos y herramientas que te ofrece el profesional: tener una actividad, un hobbie, el deporte (en mi caso la MTB y el montañismo), el apoyo de la familia y de los amigos; imprescindible descansar, dormir bien y realizar todos los ejercicios de la terapia. Todo esto está muy bien, pero todos estos hábitos es fundamental utilizarlos y ponerlos en práctica, sólo con pensarlos no van a funcionar. Ya visualizas la cima, a escasos centenares de metros. Tienes ilusión pero a veces la frustración te deja derrotado, las manos y las piernas te tiemblan, pero tiras de recursos y te recuperas, otra vez los hábitos los pones en práctica, hasta que de tanta repetición se vuelven automáticos. ¡Ahora sí!, ya ves casi tu objetivo cumplido, estás a pocos metros del geodésico (cuando antes no veía nada en el túnel ahora veo unas ventanas y la luz a través de ellas).

Por fin coronas, atacas con ilusión la cima, aunque todavía no estás recuperado al cien por cien. Ahora, aún si cabe más, tengo que tener cuidado para no repetir las circunstancias que me llevaron a caer en el “pozo” (la ansiedad y la depresión). Ahora toca cuidar los hábitos y gestionar bien las emociones, mejor dicho: el mantenimiento del cuerpo y la mente.

Ahora toca cuidar los hábitos y gestionar bien las emociones.”

Estás descendiendo la montaña, te paras un momento y miras para atrás, visualizas el recorrido realizado, el paisaje que te rodea, miras cómo el aire sacude las plantas, un insecto parado justo a tus pies, sigues descendiendo, rápidamente, pero con cuidado para llegar lo antes posible a tu destino, y con el ruido de tus botas y mochila se espantan tras unas rocas unos buitres inesperados (las personas y circunstancias tóxicas), a continuación vuelan dando círculos a una decena de metros de tu cabeza, los miras fijamente y fugazmente desaparecen por el horizonte “lo tóxico siempre desaparece”.

Sin darme cuenta he llegado a mi destino, ya se está poniendo el sol, en muy poco se pondrá de noche. No me ha hecho falta gps, ni mapas, sólo una brújula, una pequeña brújula que me guía interiormente (la voz de mi despertada consciencia). Por última vez miro el entorno para realizar la última fotografía de recuerdo. El aguerrido montañero se encuentra en la cima de la majestuosa montaña, con Noray de telón de fondo.

¡Comienzo un nuevo día y una nueva vida!

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