Relato:
Vivir en piloto automático
Marcos, 39 años, 2018.
¿Has tenido alguna vez la sensación de haber ido por la vida “con el piloto automático puesto”?
Bien, esa es la sensación que tengo.
Un buen día, hace casi un año, conocí a una persona que me cambiaría la vida, me hizo replantearme que probablemente esa “extraña forma de pensar” no era sino “diferente” y me envió al lugar adecuado para descubrir algo que me cambiaría la vida: el Centro de Terapias Naturales Noray Terapia Floral.
Cuando comienzas un proceso de desarrollo o evolución personal tienes un día en que todo empieza; en mi caso, ese proceso había comenzado ya pero de forma totalmente inconsciente y sin que yo hubiera reparado en ello. Había cambiado algunos aspectos de mi vida porque no me hacían sentir bien, pero siempre desde la inconsciencia y no los suficientes. Los deportistas entenderán fácilmente el siguiente símil: es como entrenar “por sensaciones” apretando o aflojando según si te sientes mejor o peor, en lugar de hacerlo con un pulsómetro que te mantiene siempre informado de cómo está tu corazón y te ayuda a controlar perfectamente todo. Pues algo parecido. Fui para cambiar algunos aspectos de mi emocionalidad que me condicionaban mucho las relaciones personales y acabé siendo consciente de muchísimas cosas más.
«¿Has tenido alguna vez la sensación de haber ido por la vida “con el piloto automático puesto?»
Siempre he sido una persona de actividad mental constante, hasta el punto de la no desconexión ni para descansar cuando algún sentimiento me inquietaba, sobre todo sentimientos de culpabilidad, autocrítica o autoexigencia. Aprendí a detenerlos y respetar mi tiempo de descanso. Comprendí que era una persona bastante reactiva, había ido corrigiendo inconscientemente mi reactividad pero no era suficiente porque no sabía que lo era; cambié mi actitud reactiva por una actitud activa, sabiendo ver el “desde dónde” de mis reacciones y, especialmente, el “desde dónde” de las personas con las que era más reactivo.
«El exceso de laboriosidad y autoexigencia me condicionaban bastante y me consumían demasiada energía…»
Fui corrigiendo mi actitud insegura en algunas situaciones, pues me limitaba demasiado, pasando a ser más espontáneo, lo que me afianzaba en una mayor seguridad en mí mismo y limitaba mi exceso de timidez. El exceso de laboriosidad y autoexigencia me condicionaban bastante y me consumían demasiada energía, mi capacidad de delegar era prácticamente nula y hacía gala de un perfeccionismo claramente fuera de justa medida. Aprendí a parar, delegar y ser más tolerante con la imperfección, eso me ayudó en muchos otros aspectos, pues la energía disponible para cosas más productivas es mayor. Entendí también que el hecho de “pasar desapercibido” se había convertido en una tónica habitual que orientaba mi vida y alimentaba negativamente mi ego. Algo que estaba fuera de justa medida y alimentaba otros programas como el autoconcepto o la autoestima bajos y que, especialmente en la adolescencia, me habían condicionado mucho.
«… El mayor salto cualitativo fue conseguir hacerme consciente de aquello que debía cambiar para lograr una mayor serenidad.»
Creo que el mayor salto cualitativo fue conseguir hacerme consciente de aquello que debía cambiar para lograr una mayor serenidad. Entendí que había estado cambiando inconscientemente el alimento de mi ego pero no sabía por qué, lo comprendí y descubrí muchos más. Aún sigo descubriendo y trato de cambiarle el alimento. Todo este proceso ha abierto una vía de trabajo personal que no hace más que reportarme bienestar, por ello he decidido continuarlo con los cursos de formación en desarrollo personal que imparte mi terapeuta en su centro.
Dado que siempre se puede ampliar y mejorar… ¿por qué detenerme aquí?
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