Cada día recibimos información por diferentes vías, WhatsApp, Facebook, televisión, Internet, periódicos en papel y digitales, radio, personas que comentan sucesos y noticias, correveidiles en el trabajo o en el barrio… Nos enteramos de que tal político o política está implicado/a en un caso de corrupción, tal deportista ha defraudado a Hacienda, un grupo de personas entre las cuáles hay médicos y monjas llevan treinta años robando niños o tal empresa debe varios millones de euros de impuestos sin que esto le suponga la más mínima preocupación.
También pasados los años nos enteramos de que tal noticia era falsa, o que aquello que se decía de tal persona era sólo la punta del iceberg, que tal presidente mintió al afirmar ante un juez tal cosa o que un alto cargo de tal empresa se ha llevado no diez sino cien millones de euros a otro país. En fin, que noticias que hoy son verdad mañana ya no lo son, o lo son a medias o informaciones que se desmienten pasados años o décadas, etc. Parémonos a pensar un poco: cualquiera de nosotros y nosotras, españolitos de a pie, como padres y madres, como amigos/as, como parejas, como trabajadores/ras, a veces no tenemos más remedio que, si no mentir, sí al menos no decir toda la verdad, tergiversarla o manipularla. ¡Qué no harán aquellas personas de cuyas acciones y palabras dependan vidas, trabajos, empresas, países, sueldos… hasta delitos! No seamos ingenuos, la verdad no es fácil de conocer, si acaso podemos conocer y comprender verdades parciales. Lo que se nos ofrece en los medios de comunicación son eso, verdades parciales, verdades manipuladas, medias verdades, versiones de otras verdades… y mentiras. ¿Creemos que nos cuentan la verdad? ¿Durante cuántos siglos vamos a seguir recibiendo mentiras o medias verdades para darnos cuenta de que nos mienten?
Entonces… ¿qué verdad podemos llegar a conocer?, la respuesta, y con grandes reservas, es: la verdad que cada persona lleva en su interior. Y digo “con grandes reservas” porque esta verdad también aparece disfrazada, manipulada, cegada, oculta por una parte de nosotros/as mismos/as. Hay quien trata de conocer y comprender al otro/a, a lo cual argumento que ya es difícil conocerse a uno/a mismo/a sin autoengaño como para conocer al otro/a. El gran maestro Mahatma Gandhi expresó sobre esta cuestión: “La verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros ni querer realizarla luchando con violencia con enemigos exteriores.” ¡Ahí le has “dao”!
Estimadas amigas y amigos, la verdad es muy difícil de conocer, y no digamos La Verdad, pero si hay un lugar en el que se puede encontrar es en lo más profundo de cada uno de nosotros y nosotras. Ahora bien, para cada persona la verdad apareceré embestida de una serie de cualidades, a mi entender en función del grado de consciencia que transite la persona (amén de otros factores), y esas cualidades se pueden representar en necesidades, conductas y emociones. De este modo se puede establecer una relación entre la verdad de cada persona, su grado de consciencia y su expresión emocional.
Para algunas personas la verdad es que hay que luchar cada día para llevar comida a la mesa; para otras la verdad está en sentirse reconocidas en su trabajo; en otros casos la verdad puede llegar a través de la sensación de que la vida es enriquecedora y satisfactoria; otras personas pueden sentir que la verdad se alcanza cuando pueden pararse y contemplar la belleza de la vida. Hay tantas verdades como personas en sus diferentes grados de consciencia y momentos vitales. Pero ni siquiera esas verdades son La Verdad, porque son verdades egóicas, verdades instintivas, verdades emocionales, intelectuales, reactivas, etc. ¿Se puede alcanzar a conocer la verdad? Al menos parcialmente sí.
A menudo un o una paciente dice “es que no entiendo por qué mi hijo hace eso” o “yo no entiendo por qué mi pareja reacciona así”. Mi respuesta, ya desde los tiempos de maestro en la escuela era “a tu hijo no tienes que entenderlo, tienes que aceptarlo”. En muchos aspectos una persona es incapaz de conocerse y entenderse a sí misma, ¡cómo para poder entender a su pareja, su padre, su madre o su vecino!
Para empezar tenemos que darnos cuenta de que cada persona vive su verdad, aquello que ella cree o siente que es la vida, y la mayoría de los programas emocionales y mentales que dirigen su vida son inconscientes, así que no es nada fácil reconocer el origen de las reacciones, los pensamientos y las ideas desde las que se mueve. Conocer la verdad implica una exploración hacia el interior, a través de todas las dimensiones (física, energética, emocional, mental y trascendente), de los planos consciente e inconsciente (personal, familiar, colectivo y trascendente), de los mecanismos egóico, de consciencia y espiritual, y un trabajo de contemplación, toma de consciencia, aceptación, trascendencia e integración. ¿Cuántas personas dedican un mínimo de tiempo a ello?, ¿cuántas personas se han parado a pensar en esta necesidad?, ¿cuántas personas saben que esto se puede hacer?
El viaje al interior de uno/a mismo/a es el camino hacia esa verdad que intentamos buscar fuera. Ese viaje requiere dedicación, esfuerzo, conocimiento, tiempo y vivir, experimentar, ponerse a prueba, salir de la zona de confort tanto interior como exteriormente. Se trata de una invitación a contemplarse uno/a mismo/a en sus luces y en sus sombras, identificar los alimentos del ego y los de la consciencia, comprenderse y aceptarse en lo sano y en lo insano y pactar consigo mismo/a un trabajo interior en que la coherencia con la consciencia prime sobre el dejarse llevar por el ego. Todo ello sin olvidar que se trata de un proceso que no termina, sino que se mantiene con mayor o menor dedicación a lo largo de toda la vida. ¿La recompensa? Acompañar al Ser Interior en su viaje de aprendizaje y, como beneficio de ello, sentirse interiormente sereno, que no es poco.
La verdad (y La Verdad) sólo puede ser interior, la exterior es una interpretación subjetiva y, aun la interior, hay que buscarla bajo capas de verdades egóicas que impiden descubrir la verdad de la consciencia y del Espíritu. Con todo lo escrito qué voy a decir sino que… todos somos almas en proceso.