Vivir en pareja de manera sana (dialogar, escuchar, negociar, pactar, cumplir)

En Noray Terapia Floral no sólo se trabaja con personas de manera individual, también trabajamos con parejas que necesitan realizar procesos, sea de acercamiento o sea de separación. Después de años de experiencia en este campo, puedo decir que no sólo se aprende mucho, sino que uno nunca deja de sorprenderse de las dinámicas insanas que muchas parejas viven como algo totalmente normalizado.

Este artículo trata, como su título indica, de las dinámicas de diálogo, escucha, negociación, pacto y cumplimiento. Acciones fundamentales en las parejas que quieren relacionarse de manera consciente, respetuosa y amorosa.

Resulta sorprendente la cantidad de parejas cuya manera de relacionarse es la discusión o el conflicto, claro que no hay que olvidar que más del ochenta por ciento de la población existe en niveles de consciencia egoicos prepersonales: nivel egoico vulnerable o nivel egoico poderoso. En estos niveles de consciencia, las relaciones e interacciones se dan en función de parámetros definidos por Maslow como necesidades (supervivencia y protección), por Graves como conductas (instintivas, de protección, de poder y de orden) y por Hawkins como emociones (vergüenza, culpabilidad, apatía, sufrimiento, miedo, deseo, ira y orgullo). Con estos mimbres, hay que construir la interacción con el yo, con los otros y con lo otro, o mejor dicho, “habría que construir”, porque hasta que no se sale un poco del ego, no hay otra cosa que relación con el yo, quedando los otros y lo otro fuera del juego, incluida la pareja (aunque la persona no se dé cuenta de ello).

  • ¿Me estás diciendo que, aunque vivo con mi pareja, si estoy en ego, no me relaciono con ella?
  • Así es.
  • Pero… ¿cómo puede ser eso?, si hablo con él, comemos juntos, hablamos de los niños…
  • Ya, pero, en realidad, es un diálogo contigo misma o, si me apuras, un diálogo entre egos, lo que hace que, en realidad, no estéis hablando entre vosotros, sino dejando a vuestros egos que hablen por vosotros.
  • No lo entiendo…
  • A ver si puedo explicarlo.

Cuando se vive cien por cien en ego, se vive en automático, respondiendo inconscientemente a una programación emocional y mental que no hace otra cosa que reaccionar, traduciéndose estas reacciones en necesidades, conductas y emociones de la propia persona o, mejor dicho, de su ego. Cuando dos personas están permanentemente en reacción, en realidad están en ego. Necesitan estar en consciencia, para así vivir en acción y relacionarse desde una parte más profunda y auténtica, una parte más libre y con programación emocional y mental más sana, amorosa y en justa medida.

  • ¿Y eso cómo se hace?, ¿se puede aprender?
  • Sí, claro que se puede aprender. Sin embargo, no sirve de nada que un miembro de la pareja lo haga y el otro no, porque entonces se hablará en lenguajes diferentes: uno el del ego y otro el de la consciencia.

Para poder trabajar un poco sobre este aspecto del ego en pareja, os explico cinco reglas fundamentales para una relación (hay muchas otras pero este artículo se centra en estas cinco). Me refiero a desarrollar estas cinco actitudes: dialogar, escuchar, negociar, pactar y cumplir. Vamos a analizarlas una a una.

Dialogar. Dialogar sobre el nosotros no es fácil. La casa, los hijos/as, el trabajo, los problemas de cada uno/a… ¿y encima tenemos que atender al nosotros? Pudiera parecer un ideal, pero un sistema de pareja se configura con un yo, otro yo y un nosotros (ver los dos artículos titulados Una pareja es un trío aquí y aquí). Cada uno se tiene que ocupar del yo y también, en parte, del otro yo, pero juntos hay que ocuparse del nosotros. Para eso, hay que dedicarle algo de tiempo, y no precisamente a partir de las diez o de las once de la noche, con el cansancio y el fastidio de “un día más en el paraíso”. Ese dialogar ha de ser en momentos de descanso, sin prisas, de buen rollo, si puede ser, sin niños/as por el medio y mejor aún si es en un espacio tranquilo, incluso fuera de casa, dando un paseo, comiendo… Dialogar significa compartir lo que se siente y lo que se piensa, aunque a la otra persona no le vaya a gustar. Significa expresar lo bueno y lo malo, lo que se quiere cambiar y lo que está bien como está. Dialogar es algo más que hablar de la casa, el trabajo o los niños/as, es hablar de emociones, sentimientos, proyectos, ideas, reflexiones, comprensiones. Quizás no sea fácil, pero si se consigue desarrollar el hábito, será una buena inversión de tiempo y energía.

Escuchar. Hay personas que no saben escuchar al otro, simplemente esperan a que deje de hablar para continuar con su argumento. Eso es porque lo único que escuchan es su ego-mente, es decir, la voz interior que trata de mantenerse en su posición y no le interesa la de la otra persona. Escuchar significa algo más que recibir las palabras del otro. Significa atender a lo que la otra persona siente y piensa, tratar de comprender las razones de su discurso, intentar empatizar con ellas, aunque no se esté de acuerdo (aquí recomiendo leer el artículo La regla REC). También significa no interrumpir ni cortar al otro hasta que haya terminado, tomar nota de aquello a lo que se quiere contestar o aquello que no se ha entendido, ser respetuoso con lo que el otro piensa, aunque esté en las antípodas de las propias ideas. Pero también implica cierto grado de asertividad, en cuanto que si es la otra persona la que falta al respeto, por ejemplo, gritando o tratando de amedrentar con gestos agresivos, hay que ser capaces de parar la situación y dejarla para otro momento, uno en el que los ánimos estén más calmados, ya que esta manera de dialogar y escuchar violenta o invasiva no va a llevar a soluciones sanas.

Negociar. Comprender la esencia de este punto es muy importante. Hay quien piensa que negociar es conseguir, sea como sea, imponer la postura propia. Pues no, negociar es partir cada persona de su postura y estar dispuestos a mover las posiciones para alcanzar un punto en el que ambas queden igual de descontentas, satisfechas o conformes y que la sensación de pérdida sea más o menos igual para ambas partes. Se trata de ceder territorio del yo para dárselo al nosotros. Esto hace que las dos partes pierdan en favor de un nosotros, que representa lo común entre ambos y el que lleva a la armonía y para el que en realidad hay que trabajar. Cada yo ya trabaja para sí mismo, en muchos casos, de manera egoísta, inconsciente y automática. Hay que poner en claro en qué posición se sitúa cada una de las partes, cuánto está dispuesta a ceder y a cambio de qué (no se trata de un negocio, sino de un trueque de intenciones, atenciones, concesiones y pactos). De este modo, cada uno de los componentes de la pareja tiene toda la información y puede negociar sobre las razones y causas reales del otro (sus emociones, necesidades y conductas), sin intenciones escondidas ni secretos que comprometan o falseen la negociación. Si una de las partes no negocia con honestidad, está haciendo trampas, y si hace trampas… quizás no sea la persona adecuada para jugar en equipo.

Además, hay que tener en cuenta un “beneficio colateral” de ese negociar para el nosotros: a menudo, las posiciones del yo son egoicas, por lo que trabajar para el nosotros implica dejar de alimentar al ego y, como ya sabéis, “lo que no alimenta al ego, alimenta a la consciencia”. Así que, se puede aprovechar la fase de negociar para un crecimiento interior favorecedor del desarrollo de la consciencia. Y si es en pareja, mejor que mejor.

Pactar. Según explica María Moliner en su Diccionario de uso del español, “pactar” significa: “Decidir dos o más personas una cosa en la que están todas conformes y que todas se comprometen a cumplir”. Así que, después de negociar, llega el momento de tomar decisiones conjuntas. Esto no quiere decir que una gane y la otra pierda, más bien sería que las dos partes pierden algo para que el conjunto, el nosotros, salga ganando. Es importante que los pactos queden claros, es buena idea dejarlos por escrito, para que no haya luego tergiversaciones de lo que se dijo. Aunque parezca absurdo o exagerado, plasmar por escrito lo pactado ahorra problemas posteriores. Probablemente, el acuerdo no va a contentar a ninguna de las partes, y eso es bueno, porque nadie tiene por qué salir ganando más que el otro. Esta es la esencia de la negociación y del pacto.

Cumplir. Y llegamos al último punto. Si la pareja ha podido realizar los pasos anteriores, difíciles ya de por sí, ¿qué podemos decir del cumplir? Como decía mi abuela Angelita: “Esto es el acabose”.

  • A ver, a ver. Deja que me sitúe: hemos dialogado, te he escuchado, hemos negociado, hemos pactado y… después de todo esto ¿encima hay que cumplir?
  • ¡Pues claro que sí!, ¿qué esperabas?

Cuando hay voluntad, buena voluntad y fuerza de voluntad, quien pacta, cumple. No hay mucho más que decir sobre eso. Si las dos personas ponen todo de sí y consiguen cumplir lo pactado, esto supone un proceso transformador del nosotros y de los yoes, un aprendizaje sobre uno mismo y sobre el otro. Nadie dice que sea fácil, pero cumplir con la palabra dada es una virtud que habría que intentar desarrollar, ya que, en principio, la palabra es lo que la otra parte nos puede dar, después de eso sólo queda la acción.

Pero también hay personas para las que esta fase es un problema. Efectivamente, después de todo el esfuerzo, aún hay que hacer un esfuerzo mayor: cum…plir. ¿Qué parte de cumplir no se entiende? La culminación de todo este proceso, lo que le hace eficaz es, precisamente, llevar a cabo lo pactado. Y es curioso, pero hay muchas personas que, tras todo ese esfuerzo, parecen haberse quedado sin energía, porque pasados unos días, semanas o meses, dejan de cumplir. Esto tiene un mensaje claro: “lo que dialogamos, negociamos y pactamos no lo he hecho mío, no me interesa lo suficiente, no sé cómo hacerlo, no puedo hacerlo o (dilo claramente) no quiero hacerlo”.

Claro que también hay otra opción: que lo pactado, en realidad, no pueda ser cumplido por la persona. Quizás inicialmente, en un acto de buena voluntad, se acepten pactos que luego, enfrentados a la realidad, sean más difíciles de cumplir de lo que se pensaba. Bueno, queda la opción de renegociar, de este modo, se puede volver a la fase de negociación y tratar de ser más realistas o más coherentes o más justos…, lo que sea necesario si es que eso lleva al entendimiento. Ahora bien, no se debería estar permanentemente pactando y, por sistema, no cumplir. Llegados a este momento toca ser realistas, abrir los ojos y plantearse hasta qué punto se está en disposición de construir ese nosotros tan importante para una relación. Si uno de los dos pone mucho y el otro poco, no es justo. Si uno exige, pero no da, no es justo. Si se promete, pero no se cumple, no es justo… ¿Cuánto tiempo puede sostenerse una situación injusta sin que merme la armonía del yo y del nosotros?

Cuando se termina el tiempo de las palabras, llega el tiempo de las acciones. De verdad os digo que no hace falta esperar más. Evitar o ignorar el dolor es abrirle la puerta al sufrimiento. Así que, cuanto antes se pase a la acción, antes se resuelve y antes se recupera el equilibrio. Y esto ya no ha de depender de la buena voluntad del otro/a, ahora todo depende de uno o una misma. Ya no hay un nosotros que sanar, hay un yo que proteger. “Dios nos quiere atrevidos” (Gandhi).

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Terapeuta con Flores de Bach

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